Pseudoarqueología, ¿estás de broma?


  • Stan: Yo quiero ser mujer
  • Reg: ¿Qué?
  • Stan: Quiero ser una mujer. Desde ahora quiero que me llaméis Loreta
  • Reg: ¿¿¡Qué!??
  • Stan/Loreta: Es mi derecho como hombre
  • Judith: ¿Por qué quieres ser Loreta, Stan?
  • Stan/Loreta: Porque quiero tener hijos
  • Reg: ¿¿¡Quieres tener hijos!??
  • Stan/Loreta: Los hombres también tienen derecho a tener hijos si quieren
  • Reg: Pero … ¡tú no puedes parir!
  • Stan/Loreta: No me oprimas
  • Reg: No es que te oprima Stan, ¡es que no tienes matriz! … ¿Dónde vas a gestar el feto? … ¿¡lo vas a meter en un baúl!?

Este maravilloso diálogo de la película “La vida de Brian” nos sirve para explicar, con una fina ironía, lo que supone la pseudociencia.  La conclusión de que Stan no puede tener hijos no tiene nada que ver con la imposición de ninguna clase dominante, no es una cuestión negociable o discutible según se interprete la realidad.  Tiene que ver con hechos reales y observables y con proposiciones que se pueden demostrar materialmente: para gestar y concebir un hijo se necesita una matriz; las hembras tienen matriz y los machos no; Stan es un macho; Stan no puede tener hijos.

¿Podemos considerar el deseo de Stan/Loreta de tener hijos una alternativa válida frente a una visión biológica inflexible impuesta por Reg como consecuencia de un adoctrinamiento científico antidemocrático?, ¿realmente Reg está oprimiendo a Stan/Loreta por decirle que no puede tener hijos?, ¿o no será que, sencillamente, la pretensión de Stan es absurda?

¿Qué es la pseudociencia?

En wikipedia podemos encontrar una definición bastante acertada del término: es una afirmación, creencia o práctica que, a pesar de presentarse como científica, no se basa en un método científico válido, le falta el apoyo de evidencias científicas o no puede ser verificada de forma fiable.  Suele caracterizarse por el uso de afirmaciones exageradas o de imposible verificación, una falta de examen por parte de otros expertos, y una ausencia general de procesos para desarrollar teorías de forma racional.

Para comprender mejor su significado quizás sea conveniente recordar que entendemos por “ciencia” el conocimiento sistemático que se deriva de la observación, el estudio y la experimentación.  Por lo tanto, sólo se ocupa de los fenómenos que se pueden examinar empíricamente y, contrariamente a la opinión popular, no se trata de un conjunto de hechos inmutables, sino una manera racional de hacer preguntas y evaluar las distintas respuestas posibles.

Por este motivo, las observaciones se llevan a cabo bajo condiciones controladas con el fin de reducir al mínimo el impacto de los posibles prejuicios y expectativas de los propios investigadores (es interesante aprender más sobre el sesgo cognitivo), así como las posibles influencias aleatorias del medio ambiente.  La posibilidad de que el público pueda acceder a los métodos empleados y los resultados, así como una evaluación escéptica de los mismos por otros investigadores, son aspectos de suma importancia en la comunidad científica.

Por último deberemos señalar otro aspecto fundamental de la ciencia: su provisionalidad.  Nos referimos a que las leyes pueden ser las mejores de conjeturas que tenemos en la actualidad, pero están sujetas a revisión si se desarrollan mejores herramientas o métodos que hagan generar nuevas conclusiones.

En definitiva, las pseudociencias tratan de apropiarse del prestigio de la verdadera ciencia aunque están muy lejos de cumplir las normas aceptadas de investigación y de verificación que existen en los campos de conocimiento legítimos que tratan de imitar.

La pseudoarqueología

Cuando hablamos de pseudoarqueología nos referimos a aquellas interpretaciones del pasado que se hacen desde fuera de la comunidad académica (aunque esto no siempre sucede así) y que rechazan la aplicación de métodos y análisis científicos generalmente aceptados.  Estas interpretaciones pseudocientíficas emplean los datos históricos y arqueológicos de forma descontextualizada, en ocasiones falsifican pruebas, utilizan citas parciales de textos ampliamente reconocidos para darles un sentido erróneo, y todo ello con la finalidad de construir teorías sobre el pasado que difieren radicalmente de las aceptadas.

En términos generales podemos decir que existe la arqueología porque hay un vivo interés en la sociedad por conocer nuestro pasado.  La gente estudia historia, lee libros sobre el tema (incluso las novelas históricas han incrementado enormemente sus ventas), visita los museos y los monumentos etc.  Del mismo modo, también es incuestionable que existe un gran interés por la pseudoarqueología (que goza de una amplísima difusión en medios de comunicación, series de televisión etc.) y ello se debe a que quienes la practican afirman emplear el método científico aunque al mismo tiempo sus argumentos se sitúan fuera de la ciencia.  No podemos dejar de recordar que la arqueología es una ciencia, sujeta por tanto a unos principios científicos fundamentados como veremos más adelante.

Habitualmente se ha asociado la pseudoarqueología con la afirmación de la existencia de civilizaciones extraterrestres, la Atlántida, la construcción de grandes monumentos como las pirámides de Egipto o Mesoamérica con ayuda de seres superiores etc., aunque también la pseudoarqueología impulsada por el nacionalismo y practicada bajo el disfraz de la arqueología académica es una práctica muy real y, de hecho, es indiscutiblemente más peligrosa para la disciplina que la charlatanería propia de muchos escritores de éxito. Reconozcamos que la propia arqueología académica es una fuente potencial de fraude, como ya sucedió en el pasado con los trágicos ejemplos de la Alemania Nazi.

Por este motivo es importante destacar que la pseudoarqueología, también llamada arqueología “alternativa” por algunos de sus defensores, no se trata de un campo de estudio seguido por gente corriente que tiene un sano interés en conocer su pasado —la llamada arqueología popular—. Mezclados en la panoplia de las arqueologías “alternativas” encontramos una serie de afirmaciones que son irracionales y contrarias a la ciencia, o, lo que es peor, nacionalistas, racistas y radicalmente falsas.

Garrett G. Fagan, profesor de historia antigua en la Universidad de Penn State, y Kenneth L. Feder, profesor de arqueología en Central Connecticut State University, han dedicado gran parte de su tiempo y esfuerzo a desenmascarar el fraude.  Reconocen que su trabajo es difícil porque los libros del género se presentan con el mismo formato que los ensayos académicos, con cuadros, diagramas, notas, apéndices, bibliografías e, incluso, llegan a sostener que utilizan argumentos racionales basados en pruebas.  Se escriben, publicitan, y venden como libros que exponen nuestro pasado real, y se pueden encontrar habitualmente en la sección de arqueología de las librerías.  Es difícil por tanto para una persona poco versada en la historia o arqueología ser capaz de detectar la desinformación.  Sentencian: no se puede justificar la arqueología “alternativa” frente a la arqueología racional, como tampoco se puede justificar el “diseño inteligente” frente la biología evolutiva.

El método de investigación en la arqueología

El objeto de investigación de la arqueología es la sociedad como totalidad histórica concreta, y se rige por regularidades y leyes generales que adquieren particularidades en cada periodo histórico.  Por tanto, la arqueología es una disciplina de las ciencias sociales y su objeto de investigación no es diferente del de la historia, la sociología, la economía o la antropología.  Sin embargo, no es una “rama” de la antropología ni una “ciencia auxiliar” de la historia.

A pesar de ser cierto que las ciencias históricas no pueden emplear el método de experimentación reproducible habitual en las ciencias naturales, el método de investigación estándar en historia y arqueología tiene su fundamento en el procedimiento de proposición de hipótesis mediante ensayo y error, hipótesis que son contrastadas con los datos, sometidas a escrutinio y reconsideración por los especialistas.  Los arqueólogos racionales reconocen que en ocasiones las hipótesis se fundamentan en un conocimiento imperfecto e incompleto del pasado por lo que deben estar preparados para cambiar sus puntos de vista cuando aparecen nuevos datos.  Este último rasgo es algo que los pseudoarqueólogos son incapaces de hacer.

Hay muchas versiones del pasado que son debatidas hasta la saciedad en libros y publicaciones especializadas, y los arqueólogos discuten las diferentes proposiciones sobre los objetos desenterrados, los métodos empleados, las interpretaciones y, de hecho, sobre prácticamente cualquier aspecto de la disciplina.  Lo que subyace a esta forma de proceder es una adhesión al método universal del discurso racional, un respeto por los métodos probados y acreditados que han demostrado su utilidad (y que están sometidos constantemente a mejoras).  Al contrario de lo que afirman los defensores de la pseudoarqueología, la adhesión a los procedimientos de la investigación racional no constituye un dogma o doctrina inmutable.  Al contrario, son la guía básica para alcanzar resultados verificables.  La capacidad para rechazar explicaciones previas una vez se han descubrimiento nuevos datos, así como la constante renovación que supone aplicar nuevos procedimientos metodológicos es el sello del método científico y uno de los medios de distinguir la investigación racional de la religión, la fantasía o la superstición.

Mi intención en este tema

Es curioso que muchas de las afirmaciones de los pseudoarqueólogos se refieran sobre todo a nuestros antepasados de Egipto y Mesoamérica, lo que da muestra de que el racismo es a menudo un factor de motivación (además del más común de todos: el dinero), en el sentido de que dan a entender que personas que no son caucásicos, o extraterrestres, no podrían contar con los medios o la inteligencia necesaria para construir esas estructuras monumentales.  Es una postura intolerable.

Numerosos científicos, periodistas y divulgadores dedican una parte importante de su tiempo a escribir artículos, libros y blogs denunciando las prácticas de quienes pretenden aprovecharse del desconocimiento y la credulidad de la gente para obtener un beneficio.  En la blogosfera son conocidos los nombres de J. M. Mulet con su blog Los productos naturales ¡vaya timo!, Luis Alfonso Gámez con Magonia, José Manuel López Nicolás con Scientia, César Tomé López con Experientia docet, la ARP-Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico y tantos otros.

Estos grandes divulgadores me han hecho ver lo necesario que es intentar hacer entender a ese público ávido de conocer nuestro pasado que algunas de las afirmaciones de escritores de éxito (no los llamo arqueólogos o historiadores a propósito) son completamente falsas y dan una imagen de nuestros antepasados totalmente errónea. Por este motivo, como ya anuncié cuando me marché de vacaciones, voy a abrir una nueva página temática donde escribiré analizando de forma crítica y concienzuda las obras de algunos autores que se definen a sí mismos como estudiosos de la historia y nuestro pasado.

Espero que sea, como siempre, de su interés.

P.S.  Como habrán comprobado, el logo que abre esta entrada contiene la palabra “heterodoxia”.  He escogido este término a propósito pensando en la tercera acepción del adjetivo “heterodoxo” que incluye el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua: disconforme con doctrinas o prácticas generalmente admitidas.

En este tipo de debates es fácil caer en el insulto y las agresividad verbal (o escrita).  Por ello, y para demostrar que no abordo la tarea con una idea preconcebida, no juzgaré ninguna de las obras que vamos a analizar hasta haber terminado su lectura y expuesto sus argumentos, contrastándolos con el resto de datos disponibles para comprobar su validez.  Entonces, y sólo entonces, ustedes mismos podrán hacer la valoración.

Referencias:

Bate, L. F. (1998), El proceso de investigación en arqueología. Barcelona: Crítica, 275 p.

Brothwell, D. y  Higgs, E. (1980), Ciencia en arqueología. Madrid: Fondo de Cultura Económica España, 768 p.

Fagan, G. G., & Feder, K. L. (2006). Crusading against straw men: an alternative view of alternative archaeologies: response to Holtorf (2005) World Archaeology, 38 (4), 718-729 DOI: 10.1080/00438240600963528

Feder, K. L. (1984). Irrationality and popular archaeology American Antiquity, 49 (3), 525-541 DOI: 10.2307/280358

Holtorf, C. (2005). Beyond crusades: how (not) to engage with alternative archaeologies World Archaeology, 37 (4), 544-551 DOI: 10.1080/00438240500395813

Michlovic, M. G. (1990). Folk archaeology in anthropological perspective Current Anthropology,, 31 (1), 103-107 DOI: 10.1086/203813


4 thoughts on “Pseudoarqueología, ¿estás de broma?

  1. Me parece un estupendo post, es necesario romper una lanza a favor de la ciencia ahora que las más delirantes teorías tienen una amplia difusión en los medios de comunicación, como la serie “Generación Alien” (Ancient Aliens), que repiten una y otra vez en el canal Xplora, y que eleva incluso a “Cuarto Milenio” al nivel de programa de divulgación científica seria y rigurosa.

    De hecho, una cuestión que merecería la pena revisar es el papel, a menudo nefasto, que juegan los grandes medios generalistas. A menudo, sin caer exactamente en la pseudoarqueología, tienden a colorar las noticias referentes a la arqueología con un barniz sensacionalista; en definitiva, la arqueología entendida “a lo Indiana Jones”. Como botón de muestra sirva este artículo de El País:

    https://cultura.elpais.com/cultura/2013/08/05/actualidad/1375707020_700255.html

    Cuando leí el titular, vi la foto y me extrañó de que una infraestructura de semejante tamaño hubiese pasado desapercibida en una ciudad tan excavada y explorada, como para merecer el calificativo de “hallazgo”; en las fotos incluso se aprecia que el lugar tiene iluminación natural, por lo que no parece estar enterrado a mucha profundidad… Bien, leído el artículo uno se entera de que el lugar era perfectamente conocido y se usaba hasta pocos años como mercado de abastos. Si acaso, la información correcta sería algo así como que el edificio ha sido identificado como un hospital del período de las Cruzadas, que se han realizado excavaciones en el mismo, etc. El problema es que en tal caso una información adecuada no deja´ria lugar para términos sensacionalistas como “hallazgo”, “descubrimiento”, etc….


    • Las medios de comunicación están jugando un papel crucial, la mayoría de las veces en sentido negativo, en la explosión de tendencias pseudocientíficas (no sólo en asuntos relacionados con la arqueología y nuestro pasado). Efectivamente, como bien apunta, es más importante “inventar” un titular que impacte a ofrecer una versión objetiva de los hechos descritos en la noticia. Es algo contra lo que tenemos que luchar.

      Por otro lado, también resulta interesante intentar comprender el porqué de todo esto: ¿por qué las personas en general se sienten tan atraídas por las teorías que incluyen conspiraciones, extraterrestres y cosas por el estilo, que pretenden explicar nuestro pasado? Se dedican tantos programas de televisión y artículos en internet a estas cuestiones porque hay un público ávido de ese tipo de contenidos.

      Intentaré ofrecer también una explicación a este tipo de comportamientos.

      Gracias por su comentario.

      Un cordial saludo y espero que le sigan interesando el resto de entradas.


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