Casi no llego… Esta es la última participación de este blog en la quinta edición del Carnaval de Humanidades. Desde que leí la magnífica presentación de nuestra anfitriona, tuve claro que tenía que esforzarme para lograr plasmar algunas de las ideas que rondan mi mente desde hace algún tiempo y que provocaron, en cierta medida, que empezara a escribir esta bitácora.
Y que mejor forma de hacerlo que a través de las preguntas que tan acertadamente se nos han planteado:
¿Qué harías para recuperar/valorar las Humanidades?
¿Hay Humanidades en la ciencia? ¿Dónde, cómo, cuándo?
¿Son importantes las Humanidades en el siglo XXI? ¿Por qué?
Las “Humanidades” ―del latín humanitas― se han venido considerando como el conjunto de disciplinas relacionadas con la cultura humana. Dicho así, tan genérica definición no sirve para nada, por lo que es más habitual definir las disciplinas humanísticas en contraposición con las disciplinas científicas: de aquí la división curricular de la mayoría de estudios académicos entre “letras” y “ciencias”. En el diccionario de la RAE, el término “humanidades” tiene la acepción de “letras humanas”, esto es, la literatura (especialmente la clásica), por lo que deja de lado otras disciplinas tradicionalmente atribuidas a las “letras” como la historia, la filosofía, el arte, la música etc. Por todo ello, y vista la dificultad de encontrar una definición que sea comúnmente aceptada, no me detendré en esta cuestión y daré por bueno lo que la mayoría de nosotros tenemos en mente cuando hablamos de Humanidades.
Sentada cual es mi intención al escribir esta entrada, no voy a discutir aquellos temas que se han tratado con profundidad en otros lugares como, por ejemplo, la celebérrima obra de Charles Percy Snow titulada “Las dos culturas” —intelectuales de letras por un lado y científicos por otro— porque considero que nos encontramos inmersos, como ha defendido John Brockman, en la “tercera cultura”: una época en la que científicos y otros pensadores del mundo empírico, a través de su trabajo y artículos explicativos, han ocupado el lugar de los intelectuales tradicionales (intelectuales de letras) para hacer visibles los significados más profundos de nuestras vidas, redefinir quién y qué somos. Así, los intelectuales de letras ya no se comunican con los científicos, sino que los propios científicos han pasado a comunicarse directamente con el gran público, haciendo notables esfuerzos por expresar sus pensamientos más profundos de forma que sean accesibles para quienes los leen o escuchan.
¿Qué harías para recuperar/valorar las Humanidades?
El enunciado de esta pregunta ya nos deja entrever que las Humanidades no se encuentran en su mejor momento. Comprobamos que esto es cierto por ejemplo cuando la posibilidad de desarrollar en nuestro país una carrera investigadora en Humanidades depende exclusivamente de la docencia, es decir, no existe en puridad una carrera investigadora ya que sólo se convocan plazas cuando quedan vacantes puestos docentes a los que habitualmente solo pueden optar quienes ya son profesores. Esta situación dificulta enormemente la incorporación de las nuevas generaciones y genera una profunda frustración personal.
Para ilustrar esta situación no hace falta más que examinar la tabla que se muestra a continuación y que recoge las estadísticas de publicación de artículos científicos referidos a las Humanidades en España y su relación con el resto del mundo. Los datos hablan por sí solos.
La situación por tanto no es halagüeña. A pesar de todo, si queremos que las Humanidades recuperen su pasado esplendor, opino que es esencial fomentar el interés de la sociedad por estas disciplinas. Hoy en día se piensa que estudiar Humanidades no es más que recitar con mayor o menor exactitud una larga serie de datos aprendidos de memoria: genealogías de reyes, fechas históricas, datos de las principales obras de arte etc. Nada más lejos de lo que debería ser.
Sinceramente pienso que la sociedad está interesada en conocer nuestra cultura, presente y pasada, aunque es reacia a sumergirse de lleno en ella por la metodología que se emplea en su enseñanza. Por eso debemos fomentar la curiosidad por conocer nuestras raíces, nuestros antepasados, personas como nosotros que se esforzaban por adaptarse a los diferentes tiempos que les tocaron vivir. Como ha expuesto Arturo Leyte:
Hay que reivindicar el estudio de la cultura humana, el cultivo de lenguas, textos y objetos que nos precedieron. No con un fin arqueológico, sino con el de constituir un modelo democrático de ciudadanía
Se hace necesario sacar las clases fuera de las aulas. Por suerte para nosotros vivimos en un país, en un entorno, con un patrimonio artístico, cultural y monumental de primer orden que apenas valoramos. Qué útil sería que la historia se enseñara visitando las ruinas arqueológicas, que los arqueólogos, geógrafos, historiadores y demás humanistas pudieran transmitir con verdadera pasión su quehacer diario, permitir a los jóvenes palpar nuestro pasado y experimentar de primera mano quienes fuimos.
Del mismo modo, estudiar literatura no debería consistir únicamente en aprender la biografía y la lista de obras de los escritores. Como insistía un premio nobel de literatura que escuché hace poco ―perdonadme por no recordar su nombre― la asignatura de literatura debería consistir, simplemente, en enseñar a leer y escribir. Fomentar la visita asidua de las inmejorables bibliotecas españolas, tanto públicas como de nuestro Patrimonio Histórico. Leer libros sin tener que seguir un guión preestablecido a escritores españoles de la Generación del 27 por ejemplo, enseñar a leer profundizando en los textos, haciendo valer la imaginación, la construcción de los personajes, la creación de historias, la descripción, en definitiva, de la concreta realidad que acompaña a cada obra y escritor. Si para ello es preciso acudir a “El Señor de los Anillos”, “20.000 leguas de viaje submarino” o las novelas de Jane Austen, desde luego hay libros peores que estos.
Vista la situación actual, tengo mis dudas de que el estudio de las Humanidades tenga futuro en nuestra sociedad cada vez más tecnificada. Quizás su destino sea desaparecer en el olvido. Desde luego, si la única salida de un estudiante de Humanidades es la enseñanza, y si la forma de medir el éxito en estas disciplinas es ocupar un puesto docente, mejor que dejemos de esforzarnos.
¿Quiere una sociedad, por medio de su Gobierno, formar a sus jóvenes ciudadanos en estudios como la historia, la literatura, el arte, las lenguas clásicas o la filosofía?, ¿o prefiere una educación de la que haya desaparecido la posibilidad de leer, escribir, interpretar, juzgar y decidir cultivadamente?
Hoy por hoy la respuesta es clara.
¿Hay Humanidades en la ciencia? ¿Dónde, cómo, cuándo?
Por supuesto que hay Humanidades en la ciencia. La ciencia es cultura.
Debemos partir de que el conocimiento científico es un devenir esencialmente histórico, avanza sobre la base de descubrimientos realizados con anterioridad y gracias al continuo afán por saber del ser humano. Ya lo dijo Newton: la ciencia avanza a hombros de gigantes.
El nacimiento del lenguaje articulado, las primeras manifestaciones del arte rupestre, el nacimiento de la agricultura, la ganadería, el sedentarismo, la formación de las primeras ciudades, el nacimiento de la escritura, el surgimiento del primer sistema de gobierno y demás logros del ser humano no son más que pasos en nuestro desarrollo como especie. La filosofía surgió cuando la cultura griega había alcanzado su madurez; la revolución científica de los siglos de oro tuvo sus antecedentes en los trabajos de los pensadores medievales y en la nueva interpretación de los textos clásicos. Podría decirse que es la evolución lógica del pensamiento humano.
La tecnología impregna nuestra vida. En mi opinión, los científicos están cumpliendo con enorme éxito el papel que les otorga la tercera cultura que propone Brockman: divulgar sus descubrimientos y hacerlos accesibles a los legos. Hoy en día hay un apetito voraz por comprender nuestro entorno, saber qué nos depara el futuro, como avanza la tecnología y cómo evolucionaremos como especie: horas de documentales, miles de blogs y páginas de internet así como la edición de cientos de libros anualmente, dan fe de que la ciencia está a nuestro alrededor de forma constante y que es relativamente sencillo informarse con rigurosidad de cualquier tema.
Por ello, quizás el esfuerzo no debamos pedírselo a los científicos sino a los intelectuales de letras para que su mensaje llegue a la sociedad con mayor eficacia. El conocimiento de las Humanidades no debe reducirse a leer algunos libros y saber algo historia, sino profundizar realmente en nuestro pasado, en las diferentes culturas que viven ―y han vivido― en nuestro planeta, aprender a valorar el arte y la música como reflejo de lo que nos hace humanos.
¿Son importantes las Humanidades en el siglo XXI? ¿Por qué?
Las Humanidades son importantes porque desarrollan la imaginación, el espíritu crítico y el juicio ético, así como fomentan la exploración y permiten la conservación y transmisión de nuestra memoria colectiva. Las Humanidades sitúan a la ciencia en su contexto temporal. El ser humano es cultura.
Como he expuesto más arriba, la investigación científica y los avances tecnológicos que lleva aparejada no se pueden entender separados de la sociedad y de su historia, son productos culturales que viajan en paralelo al desarrollo de una capacidad crítica y de unos criterios éticos que son imprescindibles para nuestro desenvolvimiento como sociedad. La ciencia sin humanidad es inútil.
Termino con la explicación del título de este artículo: las Humanidades son imprescindibles para hacernos más humanos, para que comprendamos quiénes somos, de dónde venimos y a dónde debemos ir. La humanidad sin ciencia no tiene futuro.
Este post participa en la V Edición del Carnaval de Humanidades acogido en Pero eso es otra historia
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Que interesante todo José Luis. Cuanta verdad en esas palabras. Ahora parece que si no sabes tecnología, informática, etc… no eres nadie. Apenas se lee en la enseñanza obligatoria. Los jóvenes de hoy no conocen a ningún escritor contemporáneo, qué decir de los clásicos. Magníficas fotografías, siempre me he preguntado de dónde las consigues. Felicidades por el post.
Gracias como siempre por tu comentario… en nuestras manos está cambiar la situación y fomentar entre los jóvenes la lectura, el pensamiento crítico y valorar el arte, como haces en tu blog. Un saludo
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