EL MENSAJERO DE LAS ESTRELLAS








El 12 de marzo de 1610 (en unos días se cumplirá el cuadringentésimo aniversario) se publicó la que, a mi entender, es una de las obras más importantes de Galileo Galilei.  Se trata del Sidereus Nuncius(“Mensajero o mensaje de las estrellas”), la plasmación escrita de las observaciones telescópicas realizadas por el científico pisano.  Sin ánimo de ser exhaustivo, podemos extraer al menos dos conclusiones remarcables:

  • En primer lugar, la importancia que supone para el avance de la ciencia y, por ende, de nuestro conocimiento acerca del mundo, del desarrollo de la técnica.  En este sentido, la invención del telescopio, y su “reinvención” por parte de Galileo en 1609, es un hito de enormes consecuencias, cuya relevancia alcanza nuestros días —recordemos que el año 2009 fue declarado Año Internacional de la Astronomía por Naciones Unidas—.
  • De otro lado, y algo sobre lo quiero hacer especial hincapié, es que los descubrimientos deben ser hechos públicos.  La publicación del Sidereus Nuncius no sólo supuso que Galileo obtuviera un reconocimiento a nivel global, sino que, más importante aún, puso al alcance del resto de científicos sus conclusiones para su posterior comprobación y, en su caso, refutación o confirmación.

Antes de centrarme en este segundo aspecto, voy a exponer los aspectos más destacados o relevantes de la vida de Galileo Galilei, lo que nos permitirá no sólo satisfacer nuestra natural curiosidad, sino comprender la forma en que comenzaba a desarrollarse la incipiente “revolución científica”:

Galileo sustermans EL MENSAJERO DE LAS ESTRELLASGalileo Galilei nació el 15 de febrero de 1564 en la ciu
dad de Pisa. Era hijo de Guilia Venturi, de los Ammannati de Pescia, y de Vincenzo Galilei. Vicenzo nació en Florencia en 1520 y dedicó su vida a la música como compositor, teórico, cantante y profesor, además de ser un maestro en el arte de tocar el laúd.  Guilia y Vincenzo contrajeron matrimonio en 1563, trasladándose en esta fecha de Florencia a Pisa.  Galileo fue el mayor de un total de seis o siete hermanos (en la actualidad se discute el número exacto de descendientes del matrimonio).  Recibió sus primeros años de educación en casa, donde pasaba el tiempo libre practicando la música, la pintura y el dibujo, llegando además a ser un buen intérprete de laúd como su padre.  En 1572 (a los 8 años de edad) su familia vuelve de nuevo a Florencia, quedando Galileo a cargo de Muzio Tebaldi durante dos años, hasta que en 1574 se reúne con ellos.  Allí recibe clases del religioso Jacopo Borghini, y más tarde es enviado al monasterio de Santa María de Vallombrosa.  En la sede monacal su estancia combinó la vida solitaria del ermitaño con la estricta vida del monje y así Galileo se convierte en novicio, con la intención de unirse a la orden.

Sin embargo, su padre dispuso que volviera a Florencia y abandonara la idea de unirse a la orden.  En 1581 Vincenzo envió a Galileo de nuevo a Pisa para que se matriculara en la Universidad para estudiar medicina, ingresando el 5 de noviembre (tenía 17 años).  En la Universidad estudió física siguiendo las obras de Aristóteles y asistió a las clases del famoso botánico Andreas Caesalpinus que ocupó la cátedra de medicina entre 1567 y 1592.  Al parecer, Galileo no se tomaba los estudios médicos muy en serio ya que, con el interés de profundizar en sus estudios de música y dibujo, asistía principalmente a clases sobre geometría y filosofía natural.

En 1582 Ostilio Ricci da Fermo, matemático de la Corte de La Toscana y discípulo de Niccolò Tartaglia, ofreció un curso sobre los “Elementos” de Euclides en la Universidad de Pisa al que Galileo asistió.  Durante el verano de 1583 Galileo regresó a Florencia con su familia donde su padre le animó a leer a Galeno para ampliar sus estudios médicos pero, aún reacio a estudiar medicina, Galileo invitó a Ricci a su casa para que hablara con su padre.  De esta forma, Ricci intentó persuadir a Vincenzo de que permitiera a su hijo estudiar matemáticas ya que era lo que más le interesaba.  Tras lograr convencer a su padre, alrededor de 1585 Galileo abandonó sus estudios de medicina sin obtener el grado.

Galileo comenzó a enseñar matemáticas, primero de forma privada —dando clases particulares en Florencia— y después durante 1585 y 1586 en Siena donde consiguió un cargo público (tenía 21 años).  Durante el verano de 1586 enseñó en Vallombrosa, y escribió «La Billancetta» donde describía la construcción del instrumento, así como el método que había empleado Arquímedes para hallar el peso específico de los cuerpos: una balanza.  El año siguiente viajó a Roma para visitar a Christophorus Clavius, profesor de matemáticas en el Collegio Romano (fundado por el jesuita Ignacio de Loyola).  A pesar de causar una impresión muy favorable en Clavius, Galileo no consiguió obtener un nombramiento para enseñar matemáticas en la Universidad de Bolonia.

Después de abandonar Roma, Galileo permaneció en contacto con Clavius por correspondencia, y también con Guidobaldo del Monte. Es probable también que Galileo recibiera apuntes de los cursos que se impartían en el Collegio Romano, ya que hizo copias de ese material que aún sobreviven hoy día.  En 1588 Galileo recibió una prestigiosa invitación para dar una conferencia en la Academia de Florencia sobre las dimensiones y localización del infierno descrito en la obra de Dante «La divina comedia».

Fantoni abandonó la cátedra de matemáticas en la Universidad de Pisa en 1589 y Galileo fue nombrado por Fernando I de Medicis, Gran Duque de la Toscana, para cubrir su puesto aunque no estuviera bien remunerado (dado que recibía sesenta coronas, debió complementar su salario con clases privadas).  No sólo recibió recomendaciones de Clavius y del Cardenal del Monte (cuñado de Guidobaldo), sino que también adquirió una excelente reputación por sus conferencias ofrecidas en la Academia de Florencia el año anterior. Galileo mantuvo este puesto durante tres años en la Universidad de Pisa y durante este tiempo escribió «De Motu», una serie de ensayos manuscritos sobre la teoría del movimiento que nunca publicó y donde criticaba la física aristotélica.  Los aristotélicos sostenían que los cuerpos más pesados caían más rápido que los cuerpos ligeros, y que la velocidad a la que lo hacían era proporcional a su masa. Sin embargo, Galileo era de la opinión —tesis inspirada en la obra de Arquímedes— de que todos los cuerpos debían caer a la misma velocidad, siempre que no fueran frenados por la resistencia del aire, sin importar su masa (demostró esta afirmación dejando caer varios objetos del campanario de la torre de la catedral de Pisa).  Sin embargo, quizás la idea más importante que contiene «De Motu» es su afirmación de que se pueden probar las teorías llevando a cabo experimentos, es decir, como aprendió de su padre, la teoría está unida a la práctica.

En 1591 Vincenzo Galilei, el padre de Galileo, murió.  De esta forma Galileo, al convertirse en el cabeza de familia, tuvo que proporcionar el apoyo económico al resto de los suyos, y en particular, tuvo que hacerse cargo del pago de la dote de sus dos hermanas más jóvenes.  Como hemos dicho, ser profesor de matemáticas en Pisa no estaba bien pagado, por lo que buscó un puesto más lucrativo.  Con las recomendaciones de Guidobaldo del Monte, Galileo fue nombrado en 1592 profesor de matemáticas en la Universidad de Padua (la universidad de la República de Venecia) con un salario tres veces mayor del que recibía en Pisa (a pesar de que recibía 180 florines, aún pasaba apuros económicos por lo que continuó ofreciendo clases privadas).  La duración del nombramiento era de 6 años.

El 7 de diciembre de 1592 expuso su conferencia inaugural y comenzó un periodo de dieciocho años en esta universidad, años que posteriormente describió como los más felices de su vida.  En Padua sus obligaciones eran principalmente enseñar la geometría de Euclides y la astronomía convencional (geocéntrica) a los estudiantes de medicina, que necesitaban saber algo de astronomía a fin de usar la astrología en su práctica médica.  Del mismo modo, se ocupó de cuestiones técnicas como la arquitectura militar, la construcción de fortificaciones, la topografía y materias afines de las que trató en sus clases.  Visitaba asiduamente el Arsenal, la zona donde se construían y reparaban los barcos de la flota veneciana.  La gratitud que Galileo sintió hacia los maestros técnicos del Arsenal la expresó en sus Discorsi puesto que sus explicaciones acerca de los problemas que presentaba la construcción de naves cada vez mayores, le sirvieron para recapacitar y adelantar su teoría de la consistencia de la materia (en 1593 se le planteó el problema del determinar cual era el mejor lugar para la colocación de los remos en las galeras, problema que resolvió definiendo los remos como palancas, y el agua como el fulcro, es decir, el punto de apoyo de la palanca).  Al año siguiente, patentó un modelo de bomba, que elevaba el agua con la ayuda de un caballo.

En 1597 escribe el texto para sus clases «Tratado de la esfera o Cosmografía» (Se duda de la autenticidad de este trabajo. Fue impreso en Roma en 1656 a partir de un manuscrito encontrado en la biblioteca de Somaschi, en Venecia). Convencido desde tiempo atrás sobre la validez de la teoría heliocéntrica de Copérnico (parece ser que esta “conversión” tuvo lugar entre 1593 y 1597), lo manifestó en una carta personal dirigida a Johannes Kepler en 1597, quien le había enviado una copia de su «Prodomus dissertationum cosmographicarum». Galileo había manifestado que era un copernicano, aunque no había decidido publicar aún sus argumentos a favor de esta teoría, ni la refutación de los argumentos en contra.

La reputación de Galileo se extendió por toda Europa. A sus conferencias acudían miembros de la nobleza como el príncipe Gustavo Adolfo de Suecia, quien recibió clases de matemáticas de Galileo durante su estancia en Italia.  De esta forma, cuando terminó su primer periodo de estancia en Padua, fue reelegido para otro periodo de 6 años, con un salario de 320 florines.
Galileo discutió la visión de Aristóteles sobre la astronomía y la filosofía natural en tres conferencias públicas que ofreció en conexión con la aparición de una “nueva estrella” (ahora conocida como la “supernova de Kepler”) en 1604.  La creencia por esa época se apoyaba en las afirmaciones de Aristóteles, es decir, que todos los cambios en los cielos tenían que ocurrir en la región lunar cercana a la Tierra, siendo permanentes e inmutables las estrellas, que eran así llamadas “fijas”. Galileo usó argumentos de paralaje para probar que la “nueva estrella” no podía estar cerca de la Tierra y que tampoco se trataba de un cometa.

En Padua, Galileo comenzó una larga relación (que duraría desde 1599 a 1610) con Marina di Andrea Gamba —natural de Venecia—, pero no se casaron, posiblemente debido a que Galileo sentía que su situación financiera no era lo suficientemente buena.  En 1600 nació su primera hija Virginia, seguida por la segunda, Livia, en el año siguiente.  En 1606 nació su hijo Vincenzo.  Ese mismo año Galileo volvió a ser elegido para ocupar la plaza de profesor en la Universidad de Padua con un salario de 520 florines.  Su popularidad era tan grande que los oyentes no cabían en su sala cuando daba sus conferencias, lo que motivó que en más de una ocasión tuviera que ofrecerlas al aire libre.
A principios de 1609 Galileo recibió la propuesta de Cosimo II de Medicis (hijo de Fernando I, y sucesor suyo) de volver a la Universidad de Pisa —hemos de señalar que Cosimo había sido pupilo de Galileo durante su menor edad—.  A partir de esta fecha comienza una negociación con el Gran Duque en lo tocante a diversos aspectos como salarios, obligaciones académicas etc.

Durante esta negociación, en abril o mayo de 1609 realizó una visita a un amigo en Venecia donde recibió una carta de Paolo Sarpi que le hablaba de un catalejo que un holandés (Hans Lipperhey) había presentado al príncipe Mauricio de Nassau (jefe del ejército holandés).  Tras esta presentación, se le encomendó la fabricación de otro instrumento de mejor calidad, así como unos binoculares.  La importancia militar de este aparato era evidente aunque, finalmente, Lipperhey no recibió la patente de su instrumento dado que otras dos personas reclamaban para sí su invención, Sacharias Jansen y Jacob Metius.

Sin embargo, a partir de las informaciones que recibió Galileo, y usando sus propias habilidades técnicas como matemático y como artesano, comenzó a fabricar una serie de telescopios (que él llamó perspicillum, puesto que el nombre de “telescopio” no se empleó hasta más tarde por parte de la Accademia dei Lincei)cuyo rendimiento óptico era mucho mejor que el del instrumento holandés.   Fabricó su primer instrumento a partir de las lentes disponibles y ofreció un aumento de unas tres veces.  Para mejorar éste, y siendo consciente de la importancia de este trabajo, Galileo aprendió a esmerilar y pulir sus propias lentes, logrando en agosto de 1609 un instrumento con un aumento de alrededor de ocho o nueve. Inmediatamente comprendió las aplicaciones comerciales y militares de su telescopio por lo que realizó una demostración para el Senado de Venecia.  Quedaron muy impresionados y, a cambio de un gran aumento en su salario (1000 florines) y de otorgarle de por vida su puesto de profesor en Padua, Galileo cedió los derechos exclusivos para la fabricación de telescopios al Senado Veneciano (hecho notable ya que el Senado debía ser conscientes de la dificultad de mantener esa patente dada la amplia difusión que estaba teniendo el instrumento por el resto de Europa).

De esta forma, a finales de 1609 Galileo había dirigido su telescopio al cielo nocturno y comenzó a hacer importantes descubrimientos.  Estos descubrimientos fueron descritos en un breve libro llamado «Sidereus Nuncius» publicado en Venecia el 12 de marzo de 1610.  Esta obra causó sensación.  Galileo proclamaba haber visto montañas en la Luna, haber probado que la Vía Láctea estaba compuesta de diminutas estrellas, y haber visto cuatro pequeños cuerpos orbitando Júpiter.  A estos últimos los llamó “las estrellas de los Médicis” (Medicea Sidera) en honor de Cosimo II de Medicis, el Gran Duque de la Toscana, a quien envió un excelente telescopio.

Galileo dedicó los satélites de Júpiter a los Medici como si fueran una obra de arte que hubiese hecho […] le parecía que le daba derecho a una interpretación de esa creación desde su propia perspectiva.  Para Galileo, tal derecho consistía no sólo en que la lectura del libro de la naturaleza escrito en lenguaje matemático se hiciera al margen de la Biblia, sino también en escrutar la imagen del mundo de la filosofía natural aristotélica, que la Iglesia hacía suya, y donde fuere necesario, corregirla, en especial en la cuestión del geocentrismo.
Renn, Jurgen. La revolución de Galileo y la transformación de la ciencia, en Investigación y Ciencia nº 394, pg. 55.

En junio de 1610, sólo un mes después de se publicara esta obra, Cosimo II aceptó las condiciones de Galileo y éste renunció a su puesto en Padua y fue nombrado catedrático en la Universidad de Pisa y “Matemático y Filósofo” del Gran Duque de la Toscana (sin ninguna obligación docente, excepto la de ofrecer ocasionalmente conferencias a los príncipes).  Esta circunstancia es muy importante porque sus obligaciones docentes estaban empezando a ser una carga, dado que le impedían dedicarse en profundidad al estudio y elaboración de sus teorías.  En un momento en que las instituciones destinadas a la formación e investigación se estaban desarrollando, sólo una vía permitía liberarse de esta forma, el mecenazgo.  Así, en 1611 fue elegido miembro de la Accademia dei Lincei (el sexto miembro) por Federico Cesi.  Esta academia había sido fundada por el propio Federico Cesi en 1603, y era la primera sociedad científica creada en todo el mundo.

Otras observaciones hechas por Galileo incluyeron las manchas solares. Informó de éstas en el «Discorso intorno alle cose che stanno in su Pacqua, o che in quella si muovono» (Discurso en torno a las cosas que están sobre el agua) que publicó en 1612 y más a fondo en la obra «Istoria e dimostrazione interno alle macchie solari e loro accidenti» que se publicó bajo los auspicios de la Accademia en 1613.

A pesar de su apoyo privado al copernicanismo, Galileo intentó evitar la controversia no haciendo afirmaciones sobre el tema. Sin embargo se vio arrastrado a la discusión por Benedetto Castelli, que había sido nombrado para la cátedra de matemáticas en Pisa en 1613.  Castelli había sido alumno de Galileo y era también un defensor de Copérnico.  En una reunión en diciembre de 1613 en el palacio de los Medicis en Florencia, con el Gran Duque Cosimo II y su madre la Gran Duquesa Cristina de Lorena, le pidieron a Castelli que explicara las aparentes contradicciones entre la teoría copernicana y las sagradas escrituras.  Castelli defendió la posición copernicana vigorosamente y escribió a Galileo más tarde contándole el éxito que había tenido exponiendo sus argumentos.  Galileo, menos convencido de que Castelli hubiera ganado la discusión, le escribió una carta argumentando que la Biblia tenía que ser interpretada a la luz de lo que la ciencia había demostrado como verdadero.  Galileo tenía varios adversarios en Florencia que se aseguraron de que una copia de la carta a Castelli fuese enviada a la Santa Inquisición en Roma.  Sin embargo, tras examinar su contenido encontraron poco a lo que podrían objetar.

En 1616 Galileo escribió la «Carta a la señora Cristina de Lorena, Gran Duquesa de Toscana» (no publicada hasta 1636) donde atacaba vigorosamente a los seguidores de Aristóteles.  En esta misiva defendía con fuerza una interpretación no literal de las Sagradas Escrituras cuando la interpretación literal contradijese los hechos sobre el mundo físico probados por la ciencia matemática. Galileo afirmaba con bastante claridad que para él la teoría copernicana no era solo una herramienta de cálculo matemático, sino una realidad física:

Mantengo que el Sol está situado en el centro de las revoluciones de los orbes celestes y no cambia de lugar, y que la tierra gira sobre sí misma y se mueve alrededor de él. Además… confirmo esta creencia no sólo refutando los argumentos de Tolomeo y Aristóteles, sino también produciendo muchos por el lado opuesto, especialmente algunos pertenecientes a los efectos físicos cuyas causas quizá no puedan ser determinadas de ninguna otra forma, y otros descubrimientos astronómicos; estos descubrimientos cuestionan claramente el sistema Tolemaico y coinciden admirablemente con esta otra postura y la confirman.

El papa Pablo V ordenó al cardenal Roberto Bellarmino que la Sagrada Congregación del Índice decidiera sobre la teoría copernicana.  Los cardenales de la Inquisición se reunieron el 24 de febrero de 1616 y recabaron pruebas de los expertos en Teología.  Ellos condenaron las enseñanzas de Copérnico, y Bellarmino comunicó su decisión a Galileo (quien no había estado implicado personalmente en el juicio), prohibiéndose a Galileo y a cualquiera enseñar, defender o publicar los puntos de vista copernicanos.  El día 26 de febrero, Galileo se presentó ante Bellarmino y acató la orden.

Maffeo Barberini, amigo personal y admirador de Galileo, fue elegido papa bajo el nombre de Urbano VIII.  Esto ocurrió justo cuando el libro de Galileo «Il Saggiatore» estaba a punto de ser publicado por la Accademia dei Lincei en 1623, por lo que Galileo se apresuró a dedicar su obra al nuevo papa.

La elección del papa Urbano VIII alegró tanto a Galileo como a sus amigos puesto que lo veían como un suceso favorable para la ciencia.  Éste invitó a Galileo a audiencias papales en seis ocasiones (a pesar de que su estado de salud le impedía viajar más que en litera) y le llevó a creer que la Iglesia Católica no daría demasiada importancia a la teoría copernicana.  Galileo, por tanto, teniendo en cuenta la nueva situación, decidió publicar sus opiniones creyendo que podría hacerlo sin serias consecuencias por parte de la Iglesia.  Debemos señalar que cuando Urbano VIII era cardenal, fue uno de los pocos que se opuso al decreto de 1616 que declaraba herética la teoría copernicana.  En esta etapa de su vida, la salud de Galileo era precaria llegando a sufrir frecuentes ataques y por tanto, aunque comenzó a escribir su famoso Diálogo en 1624, le llevó seis años completar la obra.

Galileo intentó obtener permiso de Roma para publicar el Diálogo en 1630. Con este fin, se reunió con Nicolo Riccardi que era el censor papal y, casualmente, antiguo alumno y amigo de Galileo.  Éste le pidió que modificara algunos pasajes de la obra y, debido a que llegaba a Roma la temporada de mal tiempo, Galileo decidió regresar a Florencia para terminar el índice y la dedicatoria, y enviar de nuevo el manuscrito a Roma para su impresión por parte de Roberto Cesi.  Sin embargo, éste murió en el mes de agosto de 1630, por lo que Galileo decidió imprimirlo en Florencia recibiendo la autorización de Riccardi.  De esta forma, en febrero de 1632 vio la luz «Dialogo sopra i due massimi sistemi del mondo, tolemaico e copernicano» (Diálogo acerca de los dos sistemas principales del mundo, tolemaico y copernicano), que toma la forma de un diálogo entre Salviati, quien argumenta a favor del sistema copernicano, y Simplicio que era un filósofo aristotélico y defendía los puntos de vista tolemaicos. Sagredo actuaba como moderador.

Poco después de la publicación del Diálogo (en agosto de 1632) la Inquisición prohibió su venta y ordenó a Galileo comparecer en Roma ante ellos.  La enfermedad, la dificultad del viaje y una cuarentena decretada en la Toscana le impidieron viajar a Roma durante un tiempo, llegando finalmente el 14 de febrero de 1633.  La acusación contra Galileo en el juicio que siguió fue la de que había incumplido las condiciones fijadas por la Inquisición en el decreto de 1616.  Encontrado culpable, Galileo fue condenado a prisión perpetua, aunque la se le permitió vivir un tiempo con el arzobispo de Siena, y más tarde regresar a su casa en Arcetri, cerca de Florencia.  El 2 de abril de 1634 sufrió un duro golpe cuando su hija Virginia murió.  Ella había sido un gran apoyo para su padre durante el proceso de su enfermedad y Galileo quedó destrozado, no pudiendo trabajar durante muchos meses (escribió que sentía como ella le llamaba, se le paraba el pulso, tenía palpitaciones, perdió completamente el apetito y sintió que su muerte estaba cercana). Cuando consiguió volver al trabajo, a su indisposición y melancolía se unieron los problemas de artritis y la ceguera, aunque consiguió completar la que sería la última y más importante de sus obras: «Discorsi e dimostrazioni matematiche intorno a due nuove scienze attenenti alla meccanica i movimenti local» (Discursos y demostraciones matemáticas relativos a las dos nuevas ciencias).

Esta obra fue sacada de contrabando de Italia y llevada a Leyden (Holanda) donde fue publicada en 1638 por Louis Elzevir. Fue su más rigurosa obra matemática, que trataba las leyes de los movimientos uniformes y acelerados, así como los momentos y los centros de gravedad de los sólidos. Partiendo de la discusión sobre la estructura y resistencia de los materiales, sentó las bases físicas y matemáticas para un análisis del movimiento, que le permitió demostrar las leyes de caída de los graves en el vacío, y elaborar una teoría completa del disparo de proyectiles. Gran parte de esta obra continuaba las ideas no publicadas en De Motu desde alrededor de 1590 y las mejoras que había realizado entre 1602 y 1604.

Galileo murió en la madrugada del 8 al 9 de enero de 1642 (a los 78 años de edad) en su villa de Arcetri confortado por dos de sus discípulos, Vincenzo Viviani y Evangelista Torricelli, a quienes se había permitido convivir con él los últimos años.

De todos los aspectos relativos a la vida de Galileo, quizás lo
s más conocidos tengan que ver con el juicio inquisitorial a que fue sometido.  Tanto es así, que ha sido considerado un mártir de la ciencia, un científico que luchó contra las ideas preconcebidas que él entendía erróneas según sus investigaciones, y de las que finalmente debió abjurar ya que iban en contra de la doctrina impuesta por la Iglesia Católica (es famosa la anécdota —falsa según los últimos estudios— que sostiene que,  mientras Galileo firmaba su retractación de las ideas copernicanas, negando de esta forma que la tierra girara alrededor del Sol, masculló “eppur si muove” —y sin embargo, se mueve— en referencia a que la Tierra giraba alrededor del Sol y por tanto no era el centro del Universo).  Sobre este tema se han publicado numerosos ensayos especializados.  Como señalé al principio, quiero destacar la importancia que suponía para la revolución científica que se estaba viviendo, no sólo la publicación de los descubrimientos científicos en libros accesibles que podían ser copiados y distribuidos fácilmente, sino que además, esos descubrimientos fueran compartidos con otros científicos logrando de este modo el avance de la ciencia.

En relación con el Sidereus Nuncius, Kepler recibió la noticia a mediados de marzo de 1610 de la publicación de la obra a través de un amigo.  Kepler estaba preocupado por el anunciado descubrimiento de cuatro nuevos planetas, hecho que podría afectar a su propia teoría cosmológica que fundamentaba la existencia de seis planetas en los cincos cuerpos platónicos (por lo que cada planeta de más suponía cuestionar el modelo expuesto en su Mysterium comsmographicum).  Fue el 8 de abril de 1610 cuando Kepler recibió una copia de la obra de Galileo con la petición de que le ofreciera su opinión.  Once días más tarde, el correo llevó a Italia la respuesta de Kepler que más tarde sería publicada con el título Dissertatio cum Nuncio Sidereo (Conversación con el mensajero de las estrellas).  Sin entrar ahora en los detalles del contenido de esta obra, podemos darnos cuenta de la importancia que supone la transmisión (rápida para la época) de los descubrimientos realizados por un científico.  Lo que hoy en día es un hecho cotidiano, la publicación de los descubrimientos en revistas especializadas que permiten la revisión de los datos y hallazgos por otros colegas, en el siglo XVII era una relativa novedad.  Este afán por buscar las opiniones de otros acerca de los hallazgos realizados, ya sea para apoyar o para cuestionar esos descubrimientos, demuestra un interés real por llegar a comprender el mundo más allá de las ataduras doctrinales impuestas por las instituciones de la época.

Igual importancia ha tenido en este contexto la investigación del Sol.  Hemos visto que Galileo era un buen dibujante, habilidad que utilizó asiduamente en sus escritos para mostrar gráficamente sus afirmaciones teóricas, entre otras cuestiones, acerca de las manchas solares.  El estudio de este fenómeno lo llevó a  sostener discusiones con otros investigadores por lo que la unión de sus conocimientos teóricos y sus habilidades pictóricas le sirvió para llevar a la práctica uno de sus deseos, la implantación de mecanismos impersonales para la comprobación de los fenómenos; en definitiva, objetividad a toda costa.

De esta forma se originó una correspondencia internacional entre investigadores del Sol que, desde distintos lugares, se comunicaban entre sí procedimientos y dibujos para facilitar el seguimiento desde puntos muy distantes.  El método ya lo había empleado Kepler: utilizar dispositivos y repetir las observaciones bajo diferentes condiciones y por personas distintas.  Y lo amplió Galileo con una red que englobaba a toda Europa.  Esta manera de investigar las manchas solares supuso la primera campaña internacional de investigación en tiempo real conocida en la historia de la ciencia.
Bredekamp, Horst. La investigación del Sol en la época de Galileo, en Investigación y Ciencia, nº 399, pg. 73.


Imagen Galileo:  Cuadro de Justus Sustermans (Amberes 1597-1681), Galileo, 1636, Óleo sobre lienzo, 66 x 56, Florencia, Uffizi.
Resto imágenes: Sidereus Nuncius.

 

 


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