El mapa de Vinlandia (y III)


Conclusiones y otras suposiciones

Con lo dicho hasta ahora, creo que la mayoría estará de acuerdo en que las pruebas científicas apuntan de forma clara y contundente —pese a algunas reticencias recalcitrantes— a que el mapa de Vinlandia es un dibujo realizado en el siglo XX sobre un pergamino del siglo XV. Por lo tanto, se trata de una mera falsificación.

Por mi parte, tras haber leído casi todo lo que se ha escrito sobre este tema apasionante, creo que también hay argumentos históricos suficientes que confirman, sino de forma fehaciente, sí al menos de forma indiciaria, que el mapa efectivamente nunca formó parte de un mismo volumen con la Relación tártara y el Speculum historiale, sino que se dibujó ex profeso. Llegados a este punto, la cuestión que deberíamos responder es la de la autoría, es decir, tratar de determinar quién o quienes llevaron a cabo esa falsificación y con qué motivos.

Como muchos investigadores han apuntado a lo largo de los años, esa persona (o grupo de personas) debía ser un excelente medievalista, documentalista y cartógrafo, para poder crear un mapa con la suficiente calidad como para que, a simple vista, muchos expertos no fueran capaces de distinguirlo de un original (a pesar de que presenta varios errores que otros sí supieron ver casi de inmediato, como ya hemos explicado).

Mapa de Skálholt. Descripción de Groenlandia y Vinlandia (1570) Cortesía de The Royal Library (Det Kongelige Bibliotek), The National Library (Nationalbibliotek) y Copenhagen University Library (Københavns Universitetsbibliotek). Noruega.

Entre los sospechosos habituales encontramos en primer lugar a Joseph Fischer (1858–1944), un sacerdote jesuita alemán de la ciudad austríaca de Feldkirch. Eso es al menos lo que piensa Kirsten Seaver, una historiadora de origen noruego afincada en Estados Unidos, que apunta a esa posibilidad en su libro Maps, myths, and men: the story of the Vinland map.

Fischer era un auténtico especialista en mapas del siglo XV y también había investigado mucho sobre las falsificaciones cartográficas. También fue quien descubrió el mapa Waldseemüller en la biblioteca del príncipe Johannes zu Waldburg-Wolfegg (fechado en 1507, es el primer mapa donde aparece la palabra América). Entre sus otras inquietudes estaba el estudio de la expansión hacia el oeste de los vikingos, tema sobre el que escribió un libro que fue traducido al inglés en 1903(1) donde se interesaba por la representación cartográfica de Norteamérica antes de la llegada de Cristóbal Colón.

De acuerdo con esta hipótesis, el motivo para fabricar este mapa tendría que ver con el intento de Fischer de burlarse de los nazis anticatólicos que defendían que los vikingos habían explorado Norteamérica antes que otros europeos. Desde luego, según la ideología nazi, el Tercer Reich vería con buenos ojos un documento que lograse demostrar que los vikingos (miembros de la raza aria) compartían sus mismas ambiciones territoriales; en concreto, un mapa que probase la conquista de Norteamérica por los vikingos sería una justificación perfecta para su insaciable expansionismo.

La trampa planteada por Fischer sería que si aceptaban este hecho, tendrían que aceptar forzosamente que el descubrimiento de América había sido posible gracias a la intervención de la Iglesia Católica, todo en virtud del párrafo incluido en la esquina superior izquierda del mapa que relata el viaje del obispo de Groenlandia a Vinlandia. En definitiva, si los nazis aceptaban el mapa como auténtico, tendrían que reconocer que la Iglesia Católica también estuvo involucrada en la exploración del Nuevo Mundo.

El otro sospechoso es el fraile franciscano Luka Jelic (1863-1922). Profesor de derecho canónico y de historia de la Iglesia, era un defensor de la idea de la evangelización de Norteamérica antes de la llegada de Cristóbal Colón, tema sobre el que escribió un libro publicado en 1897. Según sus críticos, era propenso a incluir en sus libros y conferencias referencias y documentos que nadie había visto. Sus motivos, utilizar el mapa como un argumento de peso que apoyase sus teorías.

Sin embargo, a pesar que ambas opciones pueden ser correctas, creo que no hay que buscar tan lejos para encontrar la respuesta. Bajo mi punto de vista (y vaya por delante que es una hipótesis muy personal) dos son los verdaderos responsables de tamaña estafa: Enzo Ferrajoli de Ry y Laurence Witten.

Biblioteca Capitular de la Catedral de Pamplona (wikimedia commons) Esta imagen no guarda relación con la Catedral de La Seo, pero se decidido incluirla para mostrar el aspecto que debió tener la biblioteca capitular en su momento.

Don José Porter Rovira (1901-1999), uno de los mejores conocedores del mundo del libro de nuestro país y un experto en investigación bibliográfica (además de defensor del origen catalán de Cristóbal Colón), explicó en una entrevista en 1974, año que saltaron las alarmas acerca de la posible falsedad del mapa(2), que Ferrajoli, un napolitano nacido en 1913, había llegado a Barcelona con las tropas nacionales al final de la Guerra Civil. Fue un oficial de alta graduación en el Ejército italiano por lo que, al estallar la II Guerra Mundial, tuvo que volver a su país para luchar contra los aliados. A su regreso a Barcelona en 1945, con el cuerpo lleno de cicatrices por las heridas de guerra, comenzó a visitar las librerías de viejo, un tema que le apasionaba.

Se instaló definitivamente en la ciudad condal y se casó con una señorita de una familia catalana muy prestigiosa, concretamente con Margarita Maristany, hija del presidente de la Cámara de Comercio de Barcelona. Enzo era un hombre con unas credenciales impecables y, quizás lo más importante como luego veremos, con muchas conexiones dentro del régimen franquista.

A partir de ese momento comenzó a labrarse una reputación dentro del mundo del libro antiguo que le permitió mantener unas relaciones internacionales muy fructíferas. De hecho, Joseph Irving Davis, de Davis y Orioli Ltd. —de quien hablamos en la primera parte de esta serie— fue uno de sus agentes: realizó muchos viajes por Italia y España buscando libros interesantes para él.

Por su parte, Laurence Witten (1926-1995) se graduó en música en la Universidad de Yale. Que sepamos, carecía de los conocimientos técnicos indispensables en historia, literatura, cartografía y paleografía para evaluar los manuscritos con los que comerciaba, a pesar de lo cual, y gracias a la amistad que lo unía con Thomas Marston, bibliotecario de la Universidad de Yale, se convirtió en un reputado librero y anticuario. Aunque Witten trabó contacto profesional con Ferrajoli por primera vez en 1957 con ocasión de los tratos relativos a la compra de este mapa (y cuando llevaba seis años en el negocio de los libros antiguos), su colega suizo Nicolas Rauch ya le había hablado de él un par de años antes.

Analicemos con algo más de detalle la participación de Laurence Witten, reconstruyendo sus declaraciones, puestas en consonancia con las informaciones que han ido ofreciendo a lo largo de los años los demás implicados:

  1. La primera mención de la intervención de Witten en la cuestión del mapa de Vinlandia la encontramos en la publicación de la monografía en 1965: Thomas Marston refiere brevemente en la introducción de la obra que Witten le dijo haberlo adquirido en una colección privada europea.
  2. Como ya apuntamos en la primera parte de esta serie, Eva Taylor pudo ver el mapa en el verano de 1962 cuando Skelton se lo mostró para pedirle su opinión. En ese momento éste le dijo que el mapa provenía de una biblioteca anónima española que estaba desperdigando su colección.
  3. En 1966, en la conferencia de la Smithsonian Institution,Witten fue sometido a un duro interrogatorio por parte de los especialistas y los periodistas para que diera más detalles acerca del origen del manuscrito. Explicó que fue Enzo Ferrajoli quien le habló de la existencia del libro en la oficina de Nicolas Rauch en Ginebra, y también que fue él quien organizó el encuentro con el propietario donde pudo contemplar su biblioteca. Añadió que compró el mapa y la Relación tártara por 3.500 dólares, y que el propietario no conocía la procedencia de los manuscritos pero que creía que llevaban en su familia al menos dos generaciones.
  4. Poco después de la muerte de Ferrajoli por un ataque al corazón (no mucho después de la conferencia de Washington de 1966), Witten dio el nombre de Luis Fortuny a Marston y Vietor para el caso de que quisieran contactar con él. Lo identificó como el bibliófilo europeo (nada sabemos del resultado de estas gestiones, o si se llevaron a cabo siquiera).
  5. En una carta fechada el 8 de mayo de 1974, Alexander Vietor (conservador de mapas de la Universidad de Yale) reconoció expresamente que cuando Witten había hablado de una biblioteca privada lo hizo deliberadamente para generar confusión, y que él pensaba que éste había comprado el mapa a Ferrajoli en Ginebra y que provenía de Madrid. Tres semanas después, Vietor escribió otra carta siendo más concreto: creía que el mapa venía de la colección privada de Luis Fortuny Bieto.
  6. Cuando se publicó la segunda edición de la monografía sobre el mapa de Vinlandia en 1995, Witten escribió un artículo donde reiteró la misma historia aunque dejó de lado el hecho de haber visitado la biblioteca del bibliófilo privado, y negó conocer quién era el propietario porque Ferrajoli había insistido en que quería mantener el anonimato. Daba a entender de forma elusiva que el trato se cerró directamente entre él y Ferrajoli.

¿Por qué tanto misterio acerca de la compra del manuscrito y las personas implicadas? ¿Por qué Witten cambió de versión tantas veces con el paso de los años? ¿Visitó realmente la biblioteca del propietario del libro o se lo compró directamente a Enzo Ferrajoli? Es hora de ir encajando las piezas. La primera tiene que ver con la verdadera actividad de Enzo Ferrajoli de Ry: era un vulgar ladrón —aunque el calificativo “vulgar” quizás sea poco apropiado en este caso—.

Entre mediados de 1952 y mediados de 1953 Ferrajoli había frecuentado la Biblioteca Capitular de la catedral de La Seo de Zaragoza (Catedral de San Salvador) donde se dio perfecta cuenta del nefasto control que se ejercía sobre la misma: había una única llave para acceder tanto a los volúmenes como al fichero (un dato muy importante), y los dos encargados tenían al parecer cosas mejores que hacer que pasar el tiempo custodiando unos “papelajos” antiguos.

Su forma de proceder fue trágicamente sencilla. Cada mañana acudía a la Catedral, conocedor de las horas en que los “supuestos” vigilantes estaban fuera, y se llevaba lo que quería. Al mismo tiempo se llevaba o destruía las fichas del archivo correspondientes a los libros que robaba para que nadie pudiera echar en falta algún ejemplar catalogado.

Actuó en solitario hasta mayo de 1955, cuando el Cabildo catedralicio contrata como portero a Jerónimo Sebastián Menadas, un seglar (corto de luces según algunos) que, durante cinco años, y en la creencia de que Ferrajoli contaba con la debida autorización, le ayuda a transportar grandes paquetes a cambio de suculentas propinas (desde 500 hasta 15.000 pesetas).

El expolio se descubrió cuando un investigador, que había conseguido un permiso para fotografiar un ejemplar, regresó meses después para continuar el estudio. Su sorpresa —y la de todos— fue que el libro había desaparecido junto con su ficha.

Enzo Ferrajoli fue detenido en su casa de Barcelona en 1961 donde la policía encontró algunas obras valiosas procedentes de La Seo, así como tapas y cubiertas de libros, ya desencuadernados y desaparecidos, y una maleta con numerosos papeles, cuentas, cartas, etc. Ingresó en la cárcel zaragozana de Torrero junto con el portero Jerónimo Sebastián, donde permaneció entre los meses de marzo y octubre (momento en el que obtuvo la libertad condicional).

La Audiencia Territorial de Zaragoza dictó sentencia el 13 de octubre de 1964. Entre los hechos probados se constata que habían desaparecido unos 583 libros, códices, incunables y manuscritos, con un valor aproximado de de 13.295.500 pesetas de la época, pero de incalculable valor histórico (110 de ellos a manos de Enzo Ferrajoli). Éste fue condenado a 8 años y 1 día de presidio mayor, así como a abonar al Cabildo cuatro millones y medio de pesetas como compensación por los objetos desaparecidos. Por su parte, los sacerdotes Torrijos y Aína (encargados de la custodia de la biblioteca) fueron condenados a dos años, cuatro meses y un día de prisión. A Jerónimo Sebastián le impusieron cuatro años, dos meses y un día de prisión(3). La sentencia fue confirmada por el Tribunal Supremo.

Ferrajoli no llegó a cumplir la totalidad de su condena debido a cuestiones de salud, logrando salir de prisión aunque murió finalmente en Suiza en 1966 (seguro que sus buenas relaciones con el Régimen facilitaron los trámites de su excarcelación). Por su parte, los sacerdotes recibieron también un trato favorable al quedar libres cuando las aguas se calmaron. Lo curioso es que, como sucede en demasiadas ocasiones, también hoy en día en este país, el único que cumplió la totalidad de su condena fue el pobre Jerónimo Sebastián, el portero. Desde luego no tenía los “contactos” adecuados.

Algunos de libros robados fueron apareciendo con los años en las librerías anticuarias de Davis y Orioli, en la librería Rauch de Ginebra, y en casas de subastas de Gran Bretaña y Estados Unidos. Todos se negaron a devolverlos, argumentando que los habían comprado «de buena fe, por procedimientos habituales y a personas de confianza». Ahí es nada.

Catedral de La Seo

Hagamos un alto en el camino para que les plantee mi hipótesis. Creo (y reitero que lo que voy a exponer a continuación es una apreciación personal) que Enzo Ferrajoli robó de la Catedral de La Seo el volumen que contenía el Speculum historiale y la Relación tártara intactos en su encuadernación del siglo XV. Para venderlos y obtener mayor beneficio, decidió desmembrar la encuadernación (espero que se retuerza en el infierno por cometer tamaña fechoría) y separar ambos textos: dado que había varias copias del Speculum en el mercado y su valor era menor, lo volvió a coser con una encuadernación del siglo XIX; mientras que la Relación tártara, un ejemplar más especial, decidió dejarlo con su encuadernación original.

Cuando Laurence Witten toma contacto con Enzo Ferrajoli, éste lleva robando libros de la Catedral varios años y había colocado muchos de ellos entre sus “amigos”. Al mostrarle el ejemplar, quizás Witten le explicara que la Relación tártara, un librito de menos de 30 páginas, no tenía mucho valor tal y como estaba, así que decidieron “mejorarlo” incluyendo un mapa al comienzo. Desde luego eso aumentaría considerablemente su relevancia y, por ende, su cotización. Para la labor tomaron un pliego de pergamino del siglo XV (con el expolio de Ferrajoli disponían de material en abundancia) y, o bien ellos mismos, o por medio de una tercera persona, se encargaron de limpiar la vitela y dibujar el mapa encima (de ahí el aspecto “difuminado” que Arthur David Baynes-Cope detectó cuando analizó el pergamino, indicando que eran síntomas que apuntaban a un tratamiento químico para eliminar, posiblemente, rastros de una escritura anterior).

El tema de los agujeros de gusano es interesante. Como hemos contado, estos agujeros fueron uno de los aspectos más importantes a la hora de verificar el conjunto, pero en realidad sólo el Speculum y la Relación tártara los tenían (el mapa había sido confeccionado siglos después). Para arreglar este problema decidieron hacerlos ellos mismos. Una vez finalizada la labor, y para  disimular el trabajo, colocaron unos parches de vitela en la parte trasera (de nuevo, otro dato que llamó la atención de los investigadores ante tan inusual “restauración”).

Y llegó el momento de obtener beneficios. Cuando intentaron vender el mapa falsificado se toparon con las lógicas suspicacias de los especialistas, sobre todo por las vaguedades en torno a su procedencia. Era necesario aportar una prueba más de su autenticidad ya que por un error estúpido, quien dibujó el mapa incluyó una leyenda en su reverso que se refería a un libro diferente de la Relación tártara, el Speculum historiale, que ya no formaba parte del conjunto.

De nuevo Witten entra en acción y, por mediación de los ya conocidos Davis y Orioli de Londres, ofrece a George Marston, su amigo íntimo y conservador de mapas de la Universidad de Yale, un ejemplar del Speculum historiale. Como hemos contado, este texto estaba en el catálogo de los libreros británicos y fue el propio Witten quien se dio cuenta de que era la pieza que faltaba en el rompecabezas: ahora los ejemplares podían volver a juntarse y formar el volumen “original”. La autenticidad del mapa estaba garantizada (ilusos ellos al no tener en cuenta el poder de la química analítica).

Volvamos ahora a las declaraciones de Witten:

Cuando vendió el mapa por un millón de dólares a Paul Mellon tuvo que firmar una declaración jurada dando fe de su autenticidad. Para no ofrecer demasiada información, y evitar en lo posible que algún fleco suelto pudiera desvelar el fraude, se limitó a decir que compró el mapa en una colección privada. Más adelante añadió el condimento del bibliófilo europeo aunque, ante las insistencias del mundo académico, en 1966 reconoció la participación de Ferraoli. Ya no importaba ofrecer ese dato porque estaba muerto y Witten necesitaba un escudo ante el que protegerse.

Cuando el nombre de Ferrajoli traspasó las fronteras españolas una vez se hizo pública la sentencia firme por el robo de La Seo (un caso que despertó mucha expectación), Witten volvió a despistar a todos lanzando el nombre del coleccionista madrileño Luis Fortuny: era imprescindible desvincular este escandaloso robo con la intervención de Ferrajoli y la “súbita” aparición del mapa. Tanto es así, que en una entrevista que le hicieron en 1974(4) llegó a negar el rumor de que tanto la Relación tártara como el mapa estaban entre los manuscritos robados de la biblioteca de la Catedral zaragozana. Señaló que el catálogo de libros y manuscritos de la Catedral no contenía ninguna referencia al mapa, la Relación tártara o el Speculum (algo fácil de entender porque la tarea de reconstruir el archivo tras el expolio fue titánica, teniendo en cuenta que muchos incunables no estaban bien catalogados y que el propio Ferrajoli destruyó muchas fichas).

Otro dato que apoyaría la hipótesis que planteo es que, en una reunión que mantuvieron el 23 de septiembre de 1974 George Painter y Derek Weber (editor de la Geographical Magazine), Painter explicó que cuando el mapa llegó al Museo británico en 1957, pensaron que se había comprado en España durante la venta de manuscritos eclesiásticos —indicó expresamente la ciudad de Zaragoza— aunque reconoció que su origen no estaba del todo claro.

Finalmente, con ocasión de la publicación de la segunda edición de la monografía de Skelton, Marston y Painter en 1995, y con la mayoría de las personas que tuvieron algo que ver con el mapa ya fallecidas(5), Witten dio a entender que el trato se formalizó de forma exclusiva con Enzo Ferrajoli. Volvía a cerrar el círculo, dejando para la posteridad únicamente sospechas de su posible implicación.

De nuevo en palabras de Don José Porter y Rovira, «creo que Witten ha hecho una mala faena. Ataca a Ferrajoli porque está muerto y no se puede defender. Me parece que en este asunto el único responsable es él. Witten es un librero de millonarios americanos y sospecho que siempre está a la búsqueda de algo importante y caro».

Para terminar. Tanto Nicolas Rauch como Lauren Witten declararon como testigos en el juicio del robo de La Seo. Sus nombres aparecían en muchos de los papeles que Ferrajoli conservaba en su casa, por lo que la policía y el tribunal requirieron explicaciones. Rauch declaró muy a favor de Enzo, al que consideró «víctima de una maquinación montada contra él por los mismos canónigos». Por su parte, en la declaración jurada entregada a mediados de julio de 1961 al F.B.I. —que se la requería a petición del Gobierno español—, Witten también declaró en favor de Ferrajoli: «internacionalmente goza de reputación de integridad», añadiendo que «[…] es de conocimiento general en el negocio de libros antiguos, que la Catedral de La Seo ha venido vendiendo libros y manuscritos durante un período de largo tiempo, quizás de unos cincuenta o sesenta años… En Yale hay guías de la ciudad de Zaragoza donde se afirma que los turistas pueden comprar artículos de La Seo…».

Hasta aquí la rocambolesca historia del mapa de Vinlandia. Difícilmente podremos encontrar un caso parecido (salvando quizás el tema de la llamada Sábana Santa) en el que la autenticidad de un objeto artístico haya estado en cuestión durante décadas, al tiempo que ha sido sometido a las más modernas técnicas de análisis químico en cada momento.

Aunque, después de todo, aún tengo una duda: ¿llegaron los vikingos realmente al continente americano antes que Cristóbal Colón? Ya me he extendido demasiado así que dejaré la respuesta para una próxima anotación…

 

P.S. Tengo que agradecer a Dolores Bueno (@Ununcuadio) su ayuda para conseguir algunos de los artículos que he utilizado para escribir esta serie.

P.S. (bis) Cuando compré el ejemplar de la primera edición de la tan citada monografía The Vinland map and the Tartar relation, me encontré con la agradable sorpresa de que su anterior propietario había recortado y conservado bastantes noticias aparecidas en periódicos británicos relacionadas con el mapa de Vinlandia (una prueba más de la trascendencia que ha tenido este pergamino). Me han sido muy útiles a la hora de comprender las vicisitudes de la historia, por lo que los pongo a disposición de quien desee echarles un vistazo:

 

Artículos periodísticos:

(1965), “Only norse map of America?“. The Times,  11 de octubre de 1965.

(1966a), “Is the Vinland map a forgery?“. The Sunday Times,  6 de marzo de 1966, p. 12-13.

(1966b), “El “mapa de Yale”, hábil patraña moderna”. ABC,  21 de abril de 1966, p. 79-80.

(1966c), “Ningún tribunal de país civilizado aceptaría la autenticidad del mapa de Vinlandia”. ABC,  12 de octubre de 1966, p. 66-69.

(1974), “Who forged Vinland map?“. The Observer,  27 de enero de 1974.

Blundy, D. (1974), “Mapmaker monk still defended“. The Sunday Times,  27 de enero de 1974.

Escorial, Á. G. (1974), “El falso mapa de Vinlandia”. Blanco y Negro,  9 de febrero de 1974, p. 58-61.

Michaelis, A. R. (1967), “Vinland map returns for more tests“. Daily Telegraph,  4 de enero de 1967.

Norris, D. y  Clancy, P. (1974), “Experts not surprised Vinland map is fake“. The Sunday Telegraph,  27 de enero de 1974.

Tena, T. L. d. (1965), “El mapa de Yale, o el descubrimiento insólito”. ABC,  13 de octubre de 1965, p. 5, 50-52.

Artículos científicos:

Baynes-Cope, A. D. (1974), “The scientific examination of the Vinland Map at the Research Laboratory of the British Museum”. Geographical Journal, vol. 140, núm. 2, p. 208-211.

Borman, S. T. U. (2002), “REAL OR FAKE? Saga of Yale University’s Vinland Map seems to be a never-ending detective story”. Chemical & Engineering News Archive, vol. 80, núm. 32, p. 35-36.

Brown, K. L. y  Clark, R. J. H. (2002), “Analysis of pigmentary materials on the Vinland Map and Tartar Relation by Raman microprobe spectroscopy”. Analytical Chemistry, vol. 74, núm. 15, p. 3658-3661.

Cahill, T. A., et al. (1987), “The Vinland map, revisited: new compositional evidence on its inks and parchment”. Analytical Chemistry, vol. 59, núm. 6, p. 829-833.

Clark, R. J. H. (2004), “The Vinland Map – still a 20th century forgery”. Analytical Chemistry, vol. 76, núm. 8, p. 2423.

Crone, G. R. (1966), “How authentic is the “Vinland Map”?”. Encounter, núm. 26, p. 75-78.

Donahue, D. J.;Olin, J. S. y  Harbottle, G. (2002), “Determination of the radiocarbon age of the parchment of the Vinland Map”. Radiocarbon, vol. 44, núm. 1, p. 45-52.

Graham, R. (2004), “Vinland: An inky controversy lives”. Analytical Chemistry, vol. 76, núm. 21, p. 407 A-412 A.

Harvey, P. D. A. (2006), “The Vinland Map, R. A. Skelton and Josef Fischer”. Imago Mundi, vol. 58, núm. 1, p. 95-99.

Henchman, M. (2004), “On the absence of evidence that the Vinland Map is medieval”. Analytical Chemistry, vol. 76, núm. 9, p. 2674-2674.

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─── (1988), “The Vinland Map”. Analytical Chemistry, vol. 60, núm. 10, p. 1009-1018.

─── (1999), “Vinland map 1999”. Microscope, vol. 47, núm. 2, p. 71-74.

McGhee, R. (1984), “Contact between native North Americans and the medieval Norse: a review of the evidence”. American Antiquity, vol. 49, núm. 1, p. 4-26.

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Olin, J. S. (2000), “Without comparative studies of inks, what do we know about the Vinland Map”. Pre-Columbiana, vol. 2, núm. 1, p. 27-36.

Olin, J. S. (2003), “Evidence that the Vinland Map is medieval”. Analytical Chemistry, vol. 75, núm. 23, p. 6745-6747.

─── (2012), “Evidence that the Vinland map was drawn using an iron gall ink: The continuing need for further research”. Advances in Chemical Engineering and Science, vol. 2, núm. 4, p. 514-518.

Painter, G. D. (1974), “The matter of authenticity”. The Geographical Journal, vol. 120, núm. 4, p. 191-194.

Richey, M. (2000), “E. G. R. Taylor and the Vinland Map”. The Journal of Navigation, vol. 53, núm. 02, p. 193-205.

Richey, M. W. (1966), “The Vinland map”. The Journal of Navigation, vol. 19, núm. 01, p. 124-125.

Schroeder, P. A.;Melear, N. D. y  Pruett, R. J. (2003), “Quantitative analysis of anatase in Georgia kaolins using Raman spectroscopy”. Applied clay science, vol. 23, núm. 5, p. 299-308.

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Skelton, R. A. (1966), “The Vinland map”. The Journal of Navigation, vol. 19, núm. 02, p. 271-274.

Towe, K. M. (1990), “The Vinland Map: still a forgery”. Accounts of Chemical Research, vol. 23, núm. 3, p. 84-87.

─── (2004), “The Vinland Map ink is NOT medieval”. Analytical Chemistry, vol. 76, núm. 3, p. 863-865.

Towe, K. M.;Clark, R. J. H. y  Seaver, K. A. (2008), “Analysing the Vinland map: a critical review of a critical review”. Archaeometry, vol. 50, núm. 5, p. 887-893.

Wallis, H. (1974), “The strange case of the Vinland map. Introduction”. The Geographical Journal, vol. 140, núm. 2, p. 183-187.

Zhou, P.;Yu, J. y  Wang, Y. (2013), “The new understanding on photocatalytic mechanism of visible-light response NS codoped anatase TiO2 by first-principles”. Applied Catalysis B: Environmental, 142–143, núm. 0, p. 45-53.

Bibliografía general:

Barrett, J. H. (2003), Contact, continuity, and collapse: the Norse colonization of the North Atlantic. Turnhout: Brepols, xi, 254 p.

Feder, K. L. (2011), Frauds, myths, and mysteries: science and pseudoscience in archaeology. New York: McGraw-Hill, xix, 396 p.

Fernández Clemente, E. (1985), “La desaparición de los incunables de La Seo”. Andalán, p. 40-45.

Seaver, K. A. (2004), Maps, myths, and men: the story of the Vinland map. Stanford: Stanford University Press, xx, 480 p.

Skelton, R. A.;Marston, T. E. y  Painter, G. D. (1965), The Vinland map and the Tartar relation. New Haven: Yale University Press, xii, 291 p.

─── (1995), The Vinland map and the Tartar relation. New Haven: Yale University Press, lxiii, 291 p.

 

Esta entrada participa en la XI Edición del Carnaval de Humanidades, cuyo blog anfitrión es SCIENTIA.

Esta entrada participa en el XXXVIII Carnaval de la Química cuyo blog anfitrión es Pero esa es otra historia…

Notas:

  1. The discoveries of the norsemen in America, with special relation to their early cartographical representation. []
  2. Escorial, Á. G. (1974), “El falso mapa de Vinlandia”. Blanco y Negro,  9 de febrero de 1974, p. 58-61. []
  3. El quinto procesado, el bibliófilo y farmacéutico Enrique Aubá, fue absuelto. []
  4. Norris, D. y  Clancy, P. (1974), “Experts not surprised Vinland map is fake”. The Sunday Telegraph,  27 de enero de 1974. []
  5. Skelton murió en 1970 en un accidente de tráfico, y también habían muerto Davis y Ferrajoli. []






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12 pensamientos en “El mapa de Vinlandia (y III)

  1. Pingback: IX Edición del Carnaval de Humanidades [Resumen] | SCIENTIA

  2. Antes de nada felicitarte por la mini-saga, muy interesante y bien relatada. Cómo te comenté tengo un pregunta y como lo prometido es deuda… ahí va:

    Esta historia que has contado y que no conocía, ¿Es la única historia que soporta la teoría de que los Vikingos llegaron antes que Colón a América?, por que la historia del mapa no la conocía, pero aquello de que se sospecha de que los Vikingos ya habían atracado en algún puerto americano antes que Colón lo sabe todo el mundo.

    Así que estoy deseando leer aquello que dices que escribirás sobre si hay fundamentos para pensar eso. Porque leída tu historia lo de los Vikingos parece una patraña, bien montada, pero patraña.

    Estaré atento…


    • El mapa de Vinlandia no ha sido el único argumento de los defensores de una colonización vikinga de América antes de la llegada de Colón (aunque yo sostengo que no fue la motivación de quienes lo falsificaron, solo era una cuestión de dinero).

      Se han relacionado con los vikingos algunas piedras con runas (la “famosa” piedra de Kensington) etc. pero ya en un ámbito puramente arqueológico. Aún no puedo posicionarme porque tengo que estudiar bastante pero te puedo asegurar que hay posturas enfrentadas en ambos “bandos”. Creo que será otro tema muy interesante.


  3. Compadre, tras terminar de leerlo todo (no he tardado todo el día, es que tenía otras cosas que hacer jajajaj) creo que incluso se te ha quedado corto y da para una historia mucho mas larga. Se que has leído mucho y no puedo parar de imaginarme lo que has disfrutado con este tema porque reúne muchas de tus aficiones.

    Felicidades por el texto, por la narrativa y por la historia. Está claro que deberías poner desde ya a escribir libros.

    Un abrazo.


    • Muchas gracias Óscar! La verdad es que me he dejado unas cuantas cosas en el tintero así que ahora me pondré con la otra vertiente de la historia, saber si realmente los vikingos desembarcaron en Norteamérica antes de Cristóbal Colón. Este tema daría para un buen guión cinematográfico…

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