El cazador que enseñaba geología


Tal y como recoge el diccionario de la Real Academia Española, una glaciación—edad de hielo o periodo glacial— es cada una de las grandes invasiones de hielo que en épocas remotas acontecieron en zonas muy extensas de distintos continentes. Se trata en definitiva de periodos prolongados de clima frio que provocaron la expansión los glaciares más allá de los límites que conocemos actualmente.

Durante estos periodos, las enormes masas de hielo —a veces de un espesor superior a los 3.000 metros— cubrían grandes extensiones de tierra, causando efectos muy característicos en el paisaje: debido al enorme peso, se formaban profundos valles en forma de U, aparecían largas hileras de cantos rodados en los bordes debido a los fragmentos de rocas que caían desde las laderas de las montañas, levantaban las playas, alteraban los cursos fluviales etc.

Grosser Aletschgletscher. CC

Aunque hoy se trate de un fenómeno bastante conocido, durante los siglos XVIII y XIX los naturalistas se enzarzaron en intensos debates para buscar explicaciones a las numerosas anomalías que poblaban el paisaje europeo: huesos de reno ártico en el cálido sur de Francia, depósitos sedimentarios que no encajaban con las explicaciones geológicas más habituales, rocas inmensas plantadas en sitios inverosímiles etc.

Debemos tener presente que el siglo XIX se caracterizó por un clima muy frío ya que en Europa y Norteamérica llevaban doscientos años experimentando la llamada Pequeña Edad de Hielo, cuyo último máximo (en cuanto a bajas temperaturas se refiere) se produjo hacia 1850 haciendo que el hielo y la nieve cubriesen campos y ciudades, los canales y ríos se helasen y, en definitiva, motivando el bloqueo de la navegación y el transporte fluvial, tan importantes en aquella época para abastecer las ciudades y aldeas de alimentos. Por otra parte permitió una serie de actividades invernales que hoy en día son impensables: ferias sobre un Támesis completamente helado y carreras de patines por los canales holandeses.

Esaias van de Velde – Diversion sobre hielo en Wallgraben. CC

Una de las cuestiones que más llamaba la atención era presencia de enormes bloques de piedra en posiciones imposibles como se podían ver en la gran llanura central de Suiza. Se trataba de rocas que no encajaban, ni por el tamaño ni por la composición, con la composición geológica de la zona donde estaban depositadas. Las dos escuelas geológicas predominantes ofrecían explicaciones completamente diferentes: los catastrofistas como William Buckland, defensores de que los cambios geológicos y biológicos de nuestro planeta se debían a cambios repentinos y violentos, echaban mano del diluvio bíblico para justificar tales formaciones sedimentarias. En cambio, los seguidores de la corriente actualista-uniformitarista, como Charles Lyell, argumentaban que esas rocas habían sido transportadas sobre grandes masas de hielo flotante (James Hutton, sorprendido porque hubiera quien sostenía la idea de que una inundación explicaba la presencia de rocas inmensas en las laderas de las montañas a 1000 metros de altitud, expuso burlonamente: “ni siquiera toda el agua del mundo hará flotar una roca”). Otros, más “audaces” en sus planteamientos, apuntaron que tal vez las había lanzado allí el aire comprimido en las cavernas, como si del tapón de una botella de cava se tratase.

A pesar de que muchos científicos antes del siglo XIX ya habían descrito la existencia de los glaciares y realizado observaciones acerca de la forma en que éstos modelaban el paisaje, no fue hasta el año 1815 cuando se sentaron las bases de una teoría. Y todo fue posible gracias a la curiosidad de una sola persona: sus observaciones, pasado el tiempo, desembocaron en la formulación de la teoría glaciar que es aceptada hoy en día, más o menos en los mismos términos en que fue expuesta entonces. Nos referimos a Jean-Pierre Perraudin (1767-1859).

Lourtier. Google earth images.

Perraudin era un montañés que vivía en Lourtier, lo que por entonces era una pequeña aldea del valle de Bagnes, en el Cantón Valais suizo. Se dedicaba a la caza de gamuzas, y desde su más temprana infancia recorría incansable los Alpes, la cordillera montañosa que rodeaba la región donde residía. Pese a no ser lo que hoy podríamos llamar un científico profesional, se cuestionó la forma en que habían llegado hasta su ubicación actual las enormes rocas que se podían ver esparcidas por toda la región, y que hoy reciben el nombre de bloques erráticos. Perraudin conocía perfectamente la existencia de los glaciares y suponía que éstos, en su movimiento, transportaban rocas y otros residuos que formaban los depósitos llamados morrenas. Por lo tanto, su explicación para la presencia de estos enormes bloques de piedra era que los glaciares fueron más extensos en el pasado y que fueron retrocediendo a medida que se calentaba el clima. De esta forma, al retraerse con el aumento de las temperaturas, dejaron atrás las rocas en los lugares donde actualmente reposan. El montañés tuvo la oportunidad de exponer sus argumentos a uno de naturalistas más destacados de la región, Jean de Charpentier.

Charpentier era director de las minas de sal de la ciudad de Bex (situada en el Cantón Vaud), así como un reputado geólogo. La historia de este encuentro la expone el propio Charpentier en su obra «Essai sur les glaciers et sur le terrain erratique du bassin du Rhone»: al regresar de observar los glaciares del valle de Bagnes se le hizo tarde, decidiendo hacer noche en Lourtier para poder continuar a la mañana siguiente con sus observaciones. Pasó la noche conversando en casa de Perraudin, quien le habló acerca de las particularidades de la comarca, así como de su creencia en que los glaciares habían tenido en el pasado una extensión mucho mayor que la actual, cubriendo la totalidad del valle hasta Martigny. La prueba de esta afirmación era la presencia de las enormes rocas que se podían ver en los alrededores de la villa y que, por su tamaño, el agua no había podido desplazar.

Bloque errático – Lambert Dome. CC

Charpentier consideró esta suposición extraordinaria y extravagante, y no llegó siquiera a tomarla en consideración. Sin embargo, estas ideas sí tuvieron mejor acogida por parte de Ignaz Venetz, ingeniero en caminos, hidrólogo, naturalista, y glaciólogo suizo con quien Perraudin también había hablado acerca de su hipótesis. Venetz decidió pasar entre los años 1815 y 1818 una gran cantidad de tiempo en la región donde residía el montañés para estudiar el fenómeno y sacar sus propias conclusiones.

En la reunión anual de la Sociedad suiza de ciencias naturales, reunida en Berna en 1816, el ingeniero suizo explicó el movimiento de las masas de hielo, así como la formación de las morrenas. Del mismo modo, indicó que la presencia de los bloques erráticos se debía al transporte de estas rocas en el interior del hielo, permaneciendo posteriormente en el lugar una vez que el glaciar se retiraba, y sostuvo que todo el Cantón Valais había estado cubierto por un enorme glaciar que se había extendido hasta la cordillera del Jura.

Sus observaciones acerca de los glaciales le llevaron a redactar en 1821 el primer borrador de lo que sería la «Mémoire sur les variatons de la température dans les Alpes Suisses», artículo que no sería publicado hasta 1833 y que contenía los resultados de todas sus investigaciones.

A pesar de las abundantes y coherentes explicaciones dadas por Venetz, Charpentier seguía dudando de la realidad de estas ideas. Si ya le resultaba extraño creer lo que Perraudin le había contado, no más verosímil le pareció la suposición de que un glaciar había cubierto la distancia entre los Alpes y la cordillera del Jura. Así, decidió estudiar en profundidad el terreno errático y todos los fenómenos que le acompañan con la finalidad de convencer a Venetz de su error. Sin embargo, y en contra de lo que se había propuesto, al final reconoció la realidad de las conclusiones que había alcanzado su colega.

En 1834, Charpentier ofreció una conferencia en la reunión de la Sociedad suiza de ciencias naturales, donde expuso los resultados de sus investigaciones (y las del propio Venetz). Tras explicar los numerosos hechos que contradecían que grandes inundaciones o corrientes de agua hubieran provocado el desplazamiento de los bloques erráticos, su textura y ubicación, concluyó que, tal y como Venetz había expuesto años antes, en el pasado una gran masa de hielo había cubierto los valles entre los Alpes y el Jura. Sin embargo, puntualizó que era contrario a la opinión de que los glaciares hubieran cubierto completamente el espacio entre ambos sistemas montañosos, en el sentido de que el grosor del glaciar fuera de la misma altura que las montañas.

Con este pequeño trabajo consiguió el objetivo que se había propuesto, que no era otro que llamar la atención de otros geólogos acerca de este fenómeno, y cuyo estudio se había dejado de lado por un tiempo. En dicha conferencia estuvo presente Jean-Louis-Rodolphe Agassiz, quien tras prestar buena atención a las explicaciones de Charpentier, decidió estudiar a fondo los glaciares ya que, en principio, estaba en total desacuerdo con las conclusiones que había alcanzado.

Habremos de volver sobre esta cuestión en otra ocasión.

Referencias:

Charpentier, J. (1836), “Account of one of the most important results of the investigations of M. Venetz, regarding the present and earlier condition of the glaciers of the Canton Vallais”. Edinburgh New Philosophical Journal, vol. XXI, núm. XLII, p. 210-220.

Charpentier, J. (1841), Essai sur les glaciers et sur le terrain erratique du bassin du Rhone. Lausanne: Marc Ducloux, x, 358 p.

Eiroa, J. J. (2006), Nociones de prehistoria general. Barcelona: Ariel, 699 p.

Eyles, N. (2004), “Frozen in time: concepts of ‘global glaciation’ from 1837 to 1998”. Geoscience Canada, núm. 31, p. 157-166.

Imbrie, J. y  Imbrie, K. P. (1979), Ice ages: solving the mystery. Short Hills, N.J.: Enslow Publishers, 224 p.

Nilsson, T. (1983), The pleistocene: geology and life in the quaternary ice age. Stuttgart: Enke, 651 p.

Sequeiros San Román, L. y  García Cruz, C. M. (2006), “Louis Agassiz (1807-1873) y sus aportaciones a la geología. Implicaciones didácticas”. Enseñanza de las ciencias de la tierra, vol. 14, núm. 3, p. 202-212.

Venetz, I. (1833), “Mémoire sur les variatons de la température dans les Alpes de la Suisse“. Denkschriften der Allgemeinen Schweizerischen Gesellschaft für die Gesammten Naturwissenschaften, vol. I, núm. 2, p. 1-38.

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