Creo que todos conocemos la historia que voy a resumir: dos horas después de la medianoche del 12 de octubre de 1492, Rodrigo de Triana gritó desde La Pinta «¡Tierra a la vista!», poniendo fin de esta manera a una larga travesía por el Océano Atlántico. La expedición española, capitaneada por Cristóbal Colón, había llegado a la isla de Guanahaní, perteneciente al archipiélago de Las Bahamas. A la mañana siguiente Colón desembarcaba acompañado de Martín Alonso y Vicente Yáñez Pinzón, capitanes de La Pinta y La Niña respectivamente, y tomaba posesión de la tierra descubierta en nombre de la Corona de Castilla. Colón, desde ese momento, pasaría a la historia como el descubridor de América.
La trascendencia de ese momento llega hasta nuestros días ya que el 12 de octubre se ha escogido como efeméride para la celebración de la Fiesta Nacional de España (Día de la Hispanidad, de Cristóbal Colón y otros tantos apelativos en diferentes países hispanohablantes), como símbolo del momento en que se inició el contacto entre Europa y América y que culminó con el llamado «encuentro de dos mundos». Sin embargo, hay quienes no están de acuerdo con esta versión de los hechos.
Más de cuatro siglos después de ese desembarco histórico, concretamente el 11 de octubre de 1965, se organizó una fiesta en la Universidad de Yale, en New Haven, Connecticut. Asistieron como invitados especiales un numeroso grupo de diplomáticos, universitarios y periodistas escandinavos a quienes se hizo partícipes en primicia del que fue considerado el descubrimiento cartográfico más fascinante del siglo: un mapa sobre pergamino de color beige de 27,8 centímetros de alto por 40 centímetros de largo —bautizado como el mapa de Vinlandia— que se afirmó era el único ejemplo de cartografía escandinava medieval que existía. Según los expertos que analizaron el documento, el mapa era auténtico y constataba que los vikingos —encabezados por Leif Eriksson— habían descubierto, explorado y colonizado una tierra fértil al oeste de Groenlandia en el siglo XI. Y además habían dejado constancia escrita de su hazaña. Por tanto, sostenían que ese mapa era la prueba palpable de que éstos se habían adelantado a Cristóbal Colón en más de tres siglos.
El mapa de Vinlandia se dio a conocer al público en general cuando la editorial universitaria de Yale lazó la obra The Vinland map and the Tartar relation ((Skelton, R. A.; Marston, T. E. y Painter, G. D. (1965), The Vinland map and the Tartar relation. New Haven: Yale University Press, xii, 291 p.)) de forma simultánea a ambos lados del Atlántico (en nueva York y Londres); una monografía que pronto se convirtió en un best seller internacional.
Los periódicos de medio mundo se hicieron eco de la noticia y las reacciones ante este hallazgo no se hicieron esperar. Aunque de interés intrínseco para comprender mejor la historia de los tártaros (por el texto que lo acompañaba), el mapa no hubiera causado tanta sensación si no fuera por la descripción de una tierra situada en el noroeste del Océano Atlántico y al oeste de Groenlandia llamada Vinlandia. Igual de llamativo era que Groenlandia apareciera como una isla, cuando este hecho no se verificó hasta 1912 cuando se circunnavegó por primera vez.
En cualquier caso, para quienes recibieron la noticia no pasó desapercibida la fecha escogida para dar publicidad al hallazgo: la víspera de la conmemoración del descubrimiento “oficial” de América por Cristóbal Colón. En este sentido, y con un tono que desborda ironía, Torcuato Luca de Tena analizó lo sucedido en un artículo publicado en ABC dos días después. Además de poner en duda la autenticidad del mapa, criticó duramente que por parte de las autoridades académicas de la universidad americana se hubiera escogido precisamente ese día, considerando que se trató de una cuestión política más que científica:
La gesta escandinava producirá una huella interesante en el campo de las artes. Va a ser preciso arrinconar los cuadros de las carabelas colombinas de Rodrigo de Triana, empinado sobre la cofa, y de Colón, con el mandoble desenvainado, mientras se remoja los pies al desembarcar en el hemisferio de Ericsson. Las puertas de bronce del Capitolio de Washington recogen la escena de Colón cuando estaba en el lecho de muerte. Habrá que enterrar pronto a este enfermo, para poner a Ericsson en la misma cama. […] Gracias a ese reajuste muy pronto se podrá hablar de las grandes universidades de Vinlandia, de las famosas aguas de Vinlandia a base de colas, y del Presidente Johnson de los Estados Unidos de Vinlandia.
Cuando supe que Scientia, anfitrión de la décimo primera edición del carnaval de humanidades, había elegido como tema central el arte y la química, me vino a la mente de inmediato la historia de este mapa, que quizás muchos ya conozcan, pero que aún guarda interesantes incógnitas que vamos a analizar en esta serie de anotaciones. Para mí resulta un tema apasionante porque combina algunas de las cuestiones que más me atraen: historia, navegación, arqueología, manuscritos antiguos y un enfrentamiento científico que ha durado varias décadas (y que aún sigue vivo como vamos a comprobar) a cuenta de los numerosos análisis químicos realizados sobre el mapa.
Sigue leyendo →