Hace pocos días se ha conmemorado el XXV aniversario de la muerte de María Teresa León, primera esposa de Rafael Alberti. Este hecho me ha traído a la memoria algunos de los versos del genial poeta gaditano que traemos aquí en su doble vertiente, la puramente artística y la que tiene que ver con las matemáticas.
Rafael Alberti Merello nace en El Puerto de Santa María, Cádiz, un 16 de diciembre de 1902, en el seno de una familia que hoy podríamos llamar de “clase media”. Sus padres, de origen italiano, se dedican al negocio del vino. Según nos cuenta él mismo en sus apuntes biográficos, en estos tiempos su vida transcurre relajada y sin imposiciones hasta que se matricula en el Colegio de los Jesuitas. Allí comienza a rebelarse su espíritu, obtiene malas notas y no llega a terminar los estudios de bachillerato.
En 1917 se traslada a Madrid con su familia, donde abandona definitivamente los estudios por la pintura, vía de expresión artística que influirá notablemente en su obra poética posterior. Participa en varias exposiciones. Tras la muerte de su padre en 1920, escribe sus primeros poemas que se recogerán en el libro “Marinero en tierra. Con él obtendrá el Premio Nacional de Literatura (1924-25) que le otorga un jurado que integran Antonio Machado, Menéndez Pidal y Gabriel Miró.
En 1927 participa, junto el grupo de poetas que se reunían en torno a la Residencia de Estudiantes (donde conoce a Federico García Lorca, Pedro Salinas, Jorge Guillén, Vicente Aleixandre, Gerardo Diego y otros poetas jóvenes) en un homenaje a Luis de Góngora con ocasión del tricentenario de su muerte. Este acto supone la consolidación de lo que se dará en llamar la “Generación del 27”. A partir de entonces, y tras afiliarse al partido comunista, su obra adquiere un tono político. Recorre varios países de Europa, entre ellos la Unión Soviética, para estudiar las nuevas tendencias del teatro.
En 1939, al terminar la Guerra Civil española, donde participa activamente contra los franquistas, debe exiliarse y emigrar a la República Argentina, desde donde se traslada a Roma en 1962. Regresa finalmente a España en 1977.
A lo largo de su vida se le concedieron numerosos premios y distinciones entre los que destaca el Premio Miguel de Cervantes de Literatura (en el año 1983), y el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, al que renunció por sus convicciones republicanas.
Vamos a destacar de su extensa obra un total de cuatro poemas. Los dos primeros pertenecen al libro Sobre los ángeles (Madrid: Ediciones de la Compañía Iberoamericana, 1929) dedicado a su gran amigo el ingeniero Eduardo Rodrigáñez.
Gracias a sus notas autobiográficas comprendemos que al escribir estas líneas se sentía muy alejado ya de poemarios como “Marinero en tierra”, a pesar de que habían sido escritos pocos años antes:
Coincidiendo con el arrastrarme los ojos por los barrizales, los terrenos levantados, los paisajes de otoño de sumergidas hojas en los charcos, las humaredas de las neblinas, mi salud se resquebrajaba, y los insomnios y pesadillas me llevaban a amanecer a veces derribado en el suelo de la alcoba. De la mano de Maruja [Mallo] recorrí tantas veces aquellas galerías subterráneas, aquellas realidades antes no vistas que ella, de manera genial, comenzó a revelar en sus lienzos. “Los ángeles muertos”, ese poema de mi libro, podría ser una transcripción de algún cuadro suyo». (La arboleda perdida. Libros III y IV de memorias, Barcelona, Seix Barral, 1987, p. 29).
Los otros dos poemas pertenecen a una obra bastante posterior en la que une dos de sus pasiones artísticas, la pintura y la poesía. Nos referimos a la obra A la pintura. Poema del color y de la línea (Buenos Aires: Losada, 1948, (“Poetas de España y América”).
La singularidad del libro radica no sólo en que refleja en sus versos su amor hacia la pintura, sino en el hecho excepcional de que un poeta, que también es pintor, ponga en verso su visión de este arte. El primero de los poemas tiene que ver con Euclides y el número Phi: la “divina proporción”, también conocida como “número áureo”, “proporción áurea” o “sección áurea” (dos curiosidades: la poetisa Edna St. Vincent Millay escribió en 1923 un poema titulado “Sólo Euclides ha visto la auténtica belleza” tras realizar un curso sobre geometría euclídea; y decir que debemos el nombre de este número o proporción al matemático Mark Barr, quien lo tomó de la primera letra griega del nombre de Fidias (φ), en honor al genial escultor, pintor y arquitecto griego)
Esta es la primera aportación de este blog a la VIII Edición del Carnaval de Humanidades, cuyo blog anfitrión es ::ZTFNews.
¡Muy bueno! No conocía esta faceta de Alberti
Pingback: Resumen de la VIII Edición del Carnaval de Humanidades | :: ZTFNews.org
Pingback: Participaciones en la VIII Edición del Carnaval de Humanidades | :: ZTFNews.org
Pingback: A ti, cárcel feliz de la retina, á…