Para la primera reseña que escribo en este blog, he decido hacerlo sobre un librito que me ha sorprendido y cautivado. Se trata de la obra que catapultó a la fama mundial a Helene Hanff y convertido su obra en el icono de una época: 84, Charing Cross Road.
Pese a que se editó por primera vez en 1970 (el año 2002 en España), lo cierto es que no sabía nada de su existencia hasta que hace unas semanas leí un artículo publicado en un periódico digital. El periodista afirmaba que era una lectura indispensable para todo amante de los libros ―es un libro que habla de otros libros― por lo que siendo uno de mis temas preferidos, decidí comprarlo sin pararme a conocer más detalles.
Como suelo hacer en estos casos, y gracias al mundo globalizado en el que vivimos, acudí a mi librería de cabecera para la compra de libros nuevos. Hice el pedido y en unos días recibí un mensaje en mi smartphone que me indicaba que podía pasar a retirarlo (la página web ofrece un descuento del 5% para los pedidos que se recogen en la tienda, lo que por otro lado quita algo de frialdad a la adquisición y permite mantener el contacto con los encargados de la tienda que te aconsejan futuras adquisiciones). Nada más verlo he de reconocer que me llevé una sorpresa al ver su reducido tamaño. No soy de la opinión de que un buen libro tiene que llegar al menos a las 500 páginas, pero de entrada me defraudó (error que se disipó aquella misma tarde)
Bien, para quien no lo conozca, decir que se trata de un libro de 126 páginas en la edición española de Anagrama, de la que hasta enero de 2012 se han publicado un total de 15 ediciones. Su fácil lectura y reducida extensión ―prometo que lo leí en menos de dos horas― no debe hacernos caer en mi error inicial: permite, si el lector así lo quiere, profundizar más y más en su contenido hasta desenterrar un segundo e incluso un tercer libro. En cualquier caso, supone una entretenídisima y agradable lectura.
Se trata de la recopilación del intercambio epistolar entre Helene Hanff, una escritora neoyorquina, y Frank Doel, el jefe de adquisiciones de una pequeña librería de ocasión situada en Londres. La relación comienza con una carta enviada por Hanff, una “escritora pobre amante de los libros”, el 5 de octubre de 1949 donde les envía una lista de sus “necesidades más apremiantes” en libros por su dificultad para encontrarlos en Nueva York a precios asequibles. Les hace un pedido en firme si pueden remitirle esos libros cuando su coste sea inferior a 5 dólares por ejemplar (lo que al cambio actual, vendrían a ser unos 47 dólares). Curiosamente, en la carta no aparece recogida esa lista de libros, aunque a lo largo de la correspondencia y viendo las peticiones que Helene va haciendo, es posible descubrir esa información.
A partir de este momento nos embarcamos en un intercambio epistolar que durará veinte años ―con algunos momentos de interrupción― y que logra transmitirnos los sentimientos de complicidad, ternura y humor ácido que comparten los protagonistas. Hay quien opina que entre Frank y Helene se establece una relación amorosa en la distancia con el telón de fondo de un amor compartido por los libros. Sin embargo, a mí no me ha dado esa sensación. Es cierto que con el paso del tiempo, y tras dejar a un lado el exclusivo interés inicial por los libros, entre Frank Doel y Helene Hanff se establece un vínculo, una conexión especial que se hace extensible al resto del personal de la librería y a la propia familia de Frank. Pero pienso que se debe al cariño con el que Helene trata a sus amigos londinenses, y al afecto y complicidad con que éstos responden (me explicaré más adelante).
Helene Hanff
Helene Hanff nació en la ciudad de Filadelfia en 1916. Siempre quiso ser autora teatral, afición que heredó de sus padres, grandes amantes de la escena. De hecho su padre, que era un vendedor de camisas, intentó en su juventud introducirse en el mundillo del teatro aunque finalmente hubo de dejarlo. Éste acudía junto a su esposa a ver las representaciones todas las semanas a pesar de los apuros económicos a los que tenían que hacer frente.
Helene no pudo ir a la universidad, aunque superó este contratiempo con tesón y fuerza de voluntad. Inició sus pasos dramáticos como actriz y escritora para compañías de aficionados en su ciudad natal pero, lo que supuso un cambio radical, fue la lectura a los diecisiete años de la obra de Quiller-Couch. En una de sus incursiones a la biblioteca pública de Filadelfia conoció los escritos de este afamado profesor inglés, quien se convirtió desde ese momento en su maestro literario a distancia. Q no sólo le enseñó cómo debía escribir, sino también y más importante, qué debía leer. Hanff partía de la base de que su instrumento de trabajo era la lengua inglesa, pero no podía seleccionar correctamente los términos que debía utilizar si no conocía bien las raíces griegas o latinas de las palabras. Este fue el motivo de que decidiese estudiar lenguas clásicas aunque con un método muy económico: puso un anuncio diciendo que quería estudiar latín y griego pero sin pagar nada. Entre las ofertas que recibió, escogió la de un joven licenciado en Harvard, Tom Goethals. Las clases consistían en ir traduciendo en voz alta el Evangelio según San Mateo y a Catulo.
Mientras continuaba escribiendo, realizó trabajos como mecanógrafa en una escuela o secretaria de dos músicos para ayudar a la economía familiar. Sin embargo, su oportunidad llegó con un concurso para jóvenes escritores que buscaba talentos: Bureau of New Plays. Fue su madre la que se enteró de la convocatoria por la radio y quien más la animó a participar. Tras enviar un total de cuatro obras -la última fuera de plazo- resultó una de las ganadoras del prestigioso premio. Este hecho la obligó a trasladarse a Nueva York donde recibiría clases de escritura escénica y donde viviría hasta su muerte.
Desde finales de los años treinta hasta principios de los cincuenta lo intentó con tesón, pero ningún productor pareció interesarse por su obra, pues se le criticaba la falta de consistencia en la trama, ya que, si bien creaba personajes perfectos, éstos acababan diluyéndose en el argumento. Visto que pasaba el tiempo, la autora empezó a aceptar trabajos a tiempo parcial que le permitían desarrollar su pasión por la escritura. Sin embargo, la realidad del fracaso la perseguía y la escasez de dinero para su manutención también. Por ello no tuvo más remedio que contentarse y aceptar, a principios de los años cincuenta, el ofrecimiento de escribir guiones dramáticos para la televisión.
Por esta época consiguió alquilar un pequeñísimo apartamento en un edificio de cinco plantas en la calle 95 este, que antes había sido una casa particular y cuyas habitaciones más grandes habían sido transformadas en viviendas individuales. Ocupaba la planta baja y en su habitación reinaba la oscuridad ya que la única ventana que había daba a un patio interior. En cualquier caso, Hanff estaba encantada porque por primera vez en años tenía una casa para ella sola. Además, el piso estaba a un tiro de piedra de Central Park, donde pasaba los fines de semana leyendo, remando en el lago o escuchando conciertos.
La televisión representaría su máximo éxito teniendo en cuenta que se convirtió en una de las guionistas más solicitadas y que tuvo que utilizar distintos seudónimos para poder percibir mayores ingresos: era ilegal cobrar por intervenir en más de un guión a la vez en la misma emisión.
Con la llegada de los años sesenta, los dramáticos en directo para la televisión dejaron de tener éxito y la industria se trasladó a Hollywood. Hanff siempre se negó a dejar Nueva York (concretamente Manhattan) lo que le había supuesto en ocasiones problemas para adaptarse a los horarios de entrega de los guiones en la costa oeste. Esta nueva década supuso un giro en la vida profesional de la autora ya que se centró en la literatura infantil y juvenil de divulgación. Recibió diferentes encargos para escribir ensayos con la finalidad de dar a conocer la historia de los Estados Unidos a los niños de forma amena, y de hacer familiares personajes históricos casi desconocidos en aquel entonces. Todo lo anterior lo complementó con diferentes colaboraciones en prestigiosas revistas como Harper´s Magazine, The New Yorker o Reader´s Digest, entre otras. Finalmente estos trabajos desembocaron en la escritura de libros por encargo, apartado donde su nombre queda vinculado a la literatura.
La llegada de los años setenta marcó para siempre un cambio de rumbo en la vida literaria de Hanff. A lo largo de esta década produjo toda su obra literaria por encargo, con la excepción del libro que reseñamos y el que escribió con posterioridad acerca de su primera visita a Londres: The Duchess of Bloomsbury Street.
Su producción escrita finalizaría en los años ochenta con sus colaboraciones radiofónicas semanales para el programa Woman´s Hour de la BBC Radio 4. Consistían en contar unas crónicas semanales que iban trazando su día a día en la ciudad de Nueva York en forma de cartas. Los temas tratados eran variados: la escasez de espacio en los apartamentos, sus relaciones con los vecinos y los perros, así como también el transcurrir de las estaciones del año teniendo como telón de fondo Central Park, espacio vital en su vida cotidiana. Finalmente falleció en 1997 a la edad de 80 años.
Curiosidades
Helene explica desde la primera carta que los motivos que le llevaron a escoger esa librería londinense era porque aparecía recomendada en el New York Times Book Review. Marks & Co. comenzó su andadura comercial en Old Compton Street, lo que hoy en día constituye el Soho londinense. Benjamin Marks y Mark Cohen, los gerentes de la tienda, habían sido empleados de la firma Henry Sotheran Ltd. que era considerada la mejor lanzadera para los vendedores de libros del siglo XX. A comienzos de los años 30, Marks & Co. eran considerados de los mejores libreros anticuarios en Londres, convirtiéndose su establecimiento en la “Meca” a la que peregrinaban los más serios coleccionistas. Aunque la tienda era relativamente pequeña, el edificio contaba con tres plantas y un sótano. En él se llevaba a cabo la reparación y restauración de los libros; en la primera planta estaba la oficina de Mark Cohen junto con las obras más valiosas; en la segunda planta se almacenaban los libros con encuadernaciones en cuero, con cubiertas especiales y cantos dorados, mientras que en la última se guardaban los ejemplares sueltos de libros raros que se usaban en la restauración de los títulos incompletos.
En las cartas se hacen continuas alusiones a la situación económica a ambos lados del Atlántico. Debemos recordar que Europa estaba sumida en la dura postguerra, con continuos racionamientos de comida y escasez general de productos de primera necesidad. Hanff opinaba que Estados Unidos había dado la espalda al Reino Unido, su principal aliado durante la Segunda Guerra Mundial, en favor de otros países que eran responsables de la mala situación como Japón o Alemania, con los que sin embargo se volcaba económicamente a través del Plan Marshall. Por este motivo, Helene comenzó su propio programa de ayuda con los empleados de Marks & Co. Periódicamente recibían alimentos a través de la empresa Overseas Associates, alimentos que eran gratamente recibidos y calurosamente agradecidos por todos los empleados de la tienda, quienes no se olvidaban de que Helene no era rica ni mucho menos.
¡Ese paquete de carne, querida…! De verdad sigo pensando que no deberías gastar así el dinero. ¡Debe de haberte costado un dineral! Que Dios te bendiga por la bondad de tu corazón. Cecily
Vivo con mi tía abuela, que ha cumplido ya setenta y cinco años. Estoy seguro de que si usted hubiera visto la expresión de felicidad que se le pintó en la cara cuando llevé a casa la carne y la lata de lengua, habría comprendido hasta qué punto le estamos todos agradecidos. Es muy consolador sentir que hay alguien a muchísimos kilómetros de distancia capaz de ser tan generosa y amable con personas a las que ni siquiera conoce. Bill Humphries
A través de la lectura, Helene establecía un diálogo triangular donde participaba el autor del libro, ella como lectora, y un tercero, su anterior propietario, de quien el propio libro hablaba. De esta forma, el libro se convertía en el nexo de unión de tres personajes completamente independientes, desconocidos y, al mismo tiempo, cómplices. Es evidente que este tipo de relación solo podía conseguirse a través de los libros de ocasión, en los que sus distintos propietarios habían dejado su impronta a lo largo del tiempo: bien por hacer anotaciones al margen o bien por leer en repetidas ocasiones un mismo pasaje lo que hacía que el libro se abriese por esos lugares.
Me encantan esos libros de segunda mano que se abren por aquella página que su anterior propietario leía más a menudo.
No me parece que éste sea un intercambio de regalos de Navidad muy equitativo. Vosotros os comeréis el vuestro en una semana y antes del día de Año Nuevo os quedaréis sin nada. Yo, en cambio, conservaré el mío hasta el día que me muera… y moriré feliz sabiendo que lo dejo detrás para que algún otro lo aprecie. Pienso marcarlo a conciencia con suaves indicaciones a lápiz, para atraer la atención de un amante de los libros aún por nacer sobre los mejores pasajes.
También su lectura estaba interconectada con la adquisición de libros. Hanff habla de ellos como objetos preciosos que primero había apreciado y luego adquirido. Un proceso que explicaba comparándolo con las prendas de vestir, pues antes de comprarlas uno debe probárselas para ver si le quedan bien. Esto le obligó a prestar mucha atención a sus fuentes de información: las bibliotecas, donde el material estaba “expuesto” y cualquiera podía llevárselo a casa y leerlo; los catálogos de lectura y, por último, las propias solapas de los libros que contenían listados de títulos de sus colecciones.
¡Qué mundo tan extraño este nuestro, en el que uno puede adquirir para toda la vida algo tan hermoso…, por lo que cuesta una entrada para un cine de Broadway, o por la quincuagésima parte de lo que te cobra un dentista por empastarte un diente!. Claro que, si vuestros libros costaran lo que valen, yo no podría permitirme comprarlos…
¿Tienes el Viaje a América de De Tocqueville? Alguien tomó prestado el mío, y no me lo ha devuelto. ¿Por qué será que personas a las que jamás se les pasaría por la imaginación robar nada encuentren perfectamente lícito robar libros?
Un aspecto relevante de su situación económica era la falta de espacio físico donde guardar sus adquisiciones. Esto tenía sus consecuencias todas las primaveras, momento en el que regalaba o tiraba aquellos libros que no pensaba volver a leer.
Los libros
Varias páginas web han hecho listados de los libros que Helene Hanff cita en su obra, aunque ninguna (que yo haya visto) lo hace facilitando los datos bibliográficos suficientes que permitan identificar correctamente cada obra, conocer el año de publicación, la editorial etc. La mayoría se limita a transcribir los títulos por lo que es bastante difícil y engorroso dar con ellos. Así que, en aras a desenterrar ese segundo libro escrito bajo el que se lee a simple vista, he decidido realizar ese trabajo y publicarlo para aquellos que les pueda interesar.
En aquellos casos en los que Helene cita una edición concreta, es la que menciono; y en los casos en que no he podido averiguar a cual hacía referencia, me he decantado por la primera edición o aquella, en su caso, que es más significativa por algún aspecto relevante.
Como hemos apuntado, el motivo de iniciar la correspondencia entre Helene y Frank tuvo que ver con la dificultad que tenía la escritora para acceder a alguna de estas obras bien por su precio, bien porque las propias bibliotecas públicas de Nueva York no disponían de ejemplares, o bien porque no se podían sacar en préstamo. Sin embargo, algo que ha cambiado con el avance de la tecnología es la posibilidad de acceder, a través de internet, a una cantidad de información antes inimaginable. Por ello he incluido (en los casos que me ha sido posible) enlaces directos que permiten leer online los mismos libros que Helene tanto amó, algo impensable en la época en la que se escribieron las cartas, pero que nuestro mundo globalizado permite para satisfacción de aquellos lectores que no tienen otra forma de acceder a ellos (debemos agradecer este trabajo de digitalización a The Internet Archive):
Keynes, Geoffrey (ed.) (1930), Selected essays of William Hazlitt (1778-1830). London: The Nonesuch Press.
El enlace para la lectura de este libro es a una edición diferente de la citada en la obra.
William Hazlitt (1778-1830) fue un célebre escritor inglés, conocido sobre todo por sus ensayos humorísticos y por sus críticas literarias; vertiente por la que es considerado como el crítico inglés más importante tras Samuel Johnson. Helene solicitó tres de sus ensayos entre las peticiones que incluyó en el primer listado que envía a la librería aunque Frank le envía una obra que incluía no solo estos tres ensayos, sino otros más al tratarse de un recopilatorio.
Stevenson, Robert Louis (1881), Virginibus puerisque and other papers. London: C. Kegan Paul & Co.
Robert Louis Stevenson (1850-1894) es citado por Arthur Quiller-Couch como ejemplo de buen escritor por su experta utilización del registro literario. Este es el motivo de que Helene pida a la librería la primera colección de ensayos de este autor. Estos trabajos fueron publicados en varias revistas entre los años 1876 y 1879, revelando su forma de entender la vida y la condición humana. El tema principal de los ensayos recopilados es el matrimonio.
Landor, Walter Savage (1824-1846), Imaginary conversations of Litterary men and Statesman. London: Taylor and Hessey.
Esta es la reseña bibliográfica del primer volumen de la primera edición, aunque el diálogo entre Esopo y Ródope se encuentra en esta otra edición.
Walter Savage Landor (1775-1864). Poeta y escritor inglés del s. XVIII. Estudió en el Trinity College de Oxford. En 1808 vino a España para combatir contra las tropas invasoras de Napoleón Bonaparte, hecho por el que Fernando VII le otorgó el grado honorífico de coronel del ejército. Vivió en Inglaterra, Francia y también en Italia, estableciéndose en Florencia en el año 1821 donde finalmente falleció.
En esta obra, compuesta de 6 volúmenes, Landor habla por boca de personajes históricos pero imaginados, es decir, empleando el método de diálogos inventados a la manera de los clásicos griegos. Concretamente, el diálogo entre Esopo y Ródope hace referencia a la situación de privación que vivían los soldados romanos durante su servicio militar. Esta situación es comparada por Hanff con el racionamiento y el hambre que se vivió en Inglaterra tras la Segunda Guerra Mundial, y la poca ayuda que se le prestaba a este país.
Newman, John Henry (1852), Discourses on the scope and nature of university education, addressed to the Catholics of Dublin. Dublin: James Duffy.
John Henry Newman(1801-1890) es uno de los escritores favoritos de Helene Hanff. Como en otras ocasiones, lo conoció a través de la obra de Quiller-Couch quien lo consideraba uno de los más importantes escritores ingleses. Admiraba de él la importancia que otorgaba al conocimiento de las lenguas clásicas y al empleo con precisión de los términos utilizados para referirse a conceptos de intelectualidad.
En lo personal, podemos decir que fue ordenado sacerdote de la Iglesia Anglicana en 1825, pero con posterioridad se convirtió al catolicismo (llegando a ser investido Cardenal). En la obra referida, afirma que la universidad tiene como fin formar al hombre sin importar su condición religiosa y educar el intelecto, según su capacidad, para que fuese capaz de razonar y buscar la verdad.
Helene nunca estuvo interesada en las primeras ediciones de los libros pues pensaba que eran más propias de coleccionistas que de auténticos amantes de la lectura y, sin embargo, sabe describir todo el placer que un simple contacto físico puede transmitir.
El Newman llegó hace ya casi una semana y ahora comienzo a recuperarme de la impresión. Lo tengo junto a mí todo el día, en mi mesa de trabajo, y de vez en cuando paro de escribir a máquina y alargo la mano para tocarlo. No porque sea una primera edición, sino porque jamás he visto un libro tan bello. Saberme su propietaria me inspira un vago sentimiento de culpabilidad. Un libro así, con reluciente encuadernación en piel, sus estampaciones en oro y su hermosa tipografía debería estar en la biblioteca revestida de madera de una casa solariega en la campiña inglesa, y está pidiendo ser leído junto a la chimenea por un caballero sentado en una butaca de cuero…, no en el desvencijado diván de un mezquino estudio de un edificio de ladrillo oscuro cuya fachada se cae a pedazos.
Pepys, Samuel (2003), The complete diary of Samuel Pepys. Robert Latham y William Matthews (eds.). London: HarperCollins Publishers Limited. Esta es la mejor edición en la actualidad del contenido íntegro del Diario de Samuel Pepys.
Samuel Pepys (1633-1703) descendía de la pequeña nobleza rural. Se graduó en letras por la Universidad de Cambridge y entró a trabajar en el gobierno. Fue miembro de la Royal Society, y ocupaba el cargo de Presidente cuando Isaac Newton publicó sus Principia Mathematica.
Su diario es una de las fuentes primarias más importantes para el estudio del periodo de la Guerra Civil inglesa (que terminó con la ejecución del rey Carlos I, el exilio de su hijo y futuro rey Carlos II, y el gobierno de Oliver Cromwell) y de la Restauración. Se hace eco de los sucesos que tuvieron lugar desde el 1 de enero de 1660 hasta el 31 de mayo de 1669. Fue publicado parcialmente por John Smith en 1825 pero no fue hasta 1893 cuando se publicó en su totalidad.
Quiller-Couch, Arthur Thomas (1906), The pilgrims way, a little script of good counsel for travellers. London: Seeley and Co.
Quiller-Couch, Arthur Thomas (1923), The Oxford book of english prose. London: Oxford at the Clarendon Press.
Sir Arthur Quiller-Couch (1863-1944) fue el guía intelectual de Helene, su profesor universitario en la distancia y una referencia constante para la autora. Q, como llegó a ser conocido popularmente, estudió en Oxford donde pasó cinco años como profesor enseñando los clásicos grecolatinos. En 1900 fue nombrado caballero del Imperio Británico y dos años más tarde catedrático de literatura inglesa en la Universidad de Cambridge.
Entre sus obras más importantes destacan las que menciona Helene y que le sirvieron como obras de referencia: On the art of writing (1916), On the art of reading (1920). En ellas expone sus métodos pedagógicos que consistían en enseñar literatura como una materia viva que dotase a los estudiantes de modelos, tratando de que comprendiesen y no se limitasen a aprender de memoria nombres, títulos y fechas sin comprender la intención del autor en su creación. Esta comprensión debía comenzar con un profundo conocimiento de la propia lengua. Para ello el interesado debía bucear en la lengua inglesa partiendo de sus propias raíces clásicas como el latín, tarea en la Helene su esforzó desde muy pronto.
En 1978 visitó Cambridge y gracias a la invitación que recibió de la viuda del biógrafo de Q, pudo pasar tres horas en contacto con sus objetos personales, conocer pequeños detalles de su vida diaria -como su coquetería al procurar que todas sus corbatas hiciesen juego con sus sombreros- y en definitiva, conocer más a fondo a su querido mentor literario. Serían recuerdos que la acompañarían durante años.
Addison, Joseph; Steele, Sir Richard (ed.) (1893), The Sir Roger de Coverley papers. Boston: Houghton, Mifflin and Co.
Sir Roger de Coverley es un personaje ideado por Joseph Addison como autor de artículos y cartas que fueron publicadas en el periódico The Spectator que pretendía representar al típico caballero inglés terrateniente. Sus escritos incluyen entretenidas viñetas de la vida inglesa de principios del s. XVIII que fueron consideradas como el mejor contenido del periódico.
La petición de esta obra parece responder al interés de Helene de conocer la historia de Estados Unidos y su visión desde la metrópoli londinense cuando aún era una de sus posesiones coloniales.
Walton, Izaak; Zouch, Thomas (ed.) (1846), Lives of Dr. John Donne; Sir Henry Wotton; Mr. Richard Hooker; Mr. George Herbert; and Dr. Robert Sanderson. New York: Wiley and Putnam.
No he encontrado la edición de 1840 que se menciona en el libro, pero dejo el enlace a la de 1846.
Walton, Izaak; Lang, Andrew (ed.) (1896), The compleat angler. London: J. M. Dent and Co.
Izaak Walton (1593-1683). Escritor inglés del s. XVII cuya obra es representativa de la literatura inglesa de la Restauración. En su juventud trabajó como ferretero en Londres hasta la guerra civil. En 1614 abrió una tienda en la calle Fleet, época en la que trabó amistad con el Dr. John Donne, que era vicario de la parroquia. Tras la derrota realista en Marston Moor en 1644, se retiró y compró un pequeño trozo de tierra en Shallowford.
Es uno de los autores más admirados por Q por su capacidad de creación de una prosa poética como vehículo de expresión de los sentimientos en contacto con la naturaleza.
Su obra más conocida quizás sea “El pescador completo”. Se publicaron un total de cinco ediciones en vida del autor (1653, 1655, 1661, 1668 y 1676) aunque se han publicado numerosas revisiones más modernas. He escogido esta de 1896 por ser la base de la mayoría de posteriores ediciones. Se trata en apariencia de un manual de pesca, que en realidad posee unas vívidas descripciones de la naturaleza y del placer y el ocio en el campo.
Sterne, Laurence (1759-1767), The life and opinions of Tristram Shandy, gentleman. London: T. Becket and P. A. Dehondt
Se publicaron nueve volúmenes de esta obra, los dos primeros en 1759, y los restantes en los diez años siguientes.
Laurence Sterne (1713-1768) retrata en esta obra de forma sátira el orgullo de la intelectualidad. Helene supo más tarde que Sterne concibió la obra mientras veía salir a los miembros de su congregación los domingos después del servicio religioso y les oía hablar utilizando largas peroratas sin sentido.
Leonard, R. M. (ed.) (1911), The book-lovers´ anthology. London, New York, Toronto & Melbourne: Oxford University Press.
Tocqueville, Alexis; Clyde Ford, Richard (1909), De Tocqueville’s voyage en Amérique. Boston: D. C. Heath & Co.
Alexis De Tocqueville (1805-1859) fue un pensador, jurista, político e historiador francés, precursor de la sociología clásica y uno de los más importantes ideólogos del liberalismo.
Particularmente conocido por su libro “Democracia en América” (1838) donde analiza el sistema social y político de Estados Unidos como potencial democrático. La solicitud de este libro que hace Helene estaba relacionada con la de De Coverley y su encargo para escribir obras de difusión sobre la historia norteamericana.
Burton, Richard; Smithers, Leonard (trads.) (1894), The Carmina of Catullus. London: Suscriptores privados
En la obra de Catulo (84 a.C.-54 a.C.) el lector participa íntimamente de sus poemas en un diálogo hasta el infinito donde se plantea el problema de que la vida del poeta es su poesía y ésta es su dolor o placer según el estado emocional de sus poemas. Helene criticó esta edición que le enviaron desde Londres. Constaba del texto original en latín y sendas traducciones al inglés, una en verso por Burton y la otra en prosa por Smithers pero las traducciones dejaban mucho que desear por los prejuicios de los traductores. Por este motivo Helene solicitó un diccionario Cassell de latín para ayudarse en la lectura del original.
Plato; Jowett, Benjamin; Caird, Edward (ed.) (1903), The four Socratic dialogues of Plato. Oxford: The Clarendon Press.
La petición de esta edición concreta se debía a que Q la recomendaba a sus alumnos.
Grahame, Kenneth (1908), The wind in the willows. New York: Charles Scribner´s Sons
La primera edición es de 1908 (la enlazada), pero la que pide Helene y contiene las ilustraciones de E. H. Shepard es de 1931.
Kenneth Grahame (1859-1932) nació en Edimburgo. Fue un estudiante destacado de la escuela St. Edward de Oxford aunque no pudo acceder a los estudios universitarios por falta de dinero. En 1879 comenzó a trabajar en el Banco de Inglaterra hasta su retiro en 1908 por problemas de salud.
Esta obra (escrita para su hijo Alistair) está protagonizada por animales del bosque que combinan los comportamientos humanos con los suyos propios. Su éxito llevó a que fuera adaptada para el teatro, pasando a ser un clásico en las representaciones navideñas que ha perdurado hasta nuestros días.
Johnson, Samuel (1929), Johnson on Shakespeare. Oxford: Oxford University Press.
Se adjunta enlace a la edición de 1908, no a la que se menciona en el libro que es posterior.
Samuel Johnson (1709-1784) es uno de los mayores representantes de la literatura inglesa. Hijo de un librero pobre recibe su educación en las escuelas parroquiales hasta que ingresa en el Pembroke College de Oxford aunque su falta de dinero le hace dejar los estudios sin obtener ningún título. En 1737 se traslada a Londres donde se dedicará a escribir ensayos, poesía, biografías e informes parlamentarios. Considerado el mejor crítico literario en lengua inglesa, Johnson sostenía que nadie podía hablar o escribir de algo que no había visto o vivido, idea compartida por Helene en sus gustos literarios al preferir los libros de memorias.
Chaucer, Geoffroy; Hill, Frank Ernest (1934), The Canterbury Tales: the Prologue and four tales, with the Book of the Duchess and six lyrics. London: Longmans, Green & Co.
Geoffroy Chaucer (c. 1343-1400) es considerado el padre de la lengua inglesa actual.
Donne, John; Blake, William; Hillyer, Robert Silliman (ed.) (1941), The complete poetry and selected prose of John Donne and the complete poetry of William Blake (in one volume). New York: Modern Library Giant
John Donne (1572-1631) nació en el seno de una familia católica pero tuvo que convertirse al anglicanismo para no ser perseguido y, dentro de esta creencia, escribió los sermones que le dieron renombre. Helene deseaba una edición con la obra completa de Donne, pero Frank le hizo desistir porque constaba de 40 volúmenes demasiado caros. En 1974, unos admiradores de Helene le regalaron un ejemplar de poemas en una edición de 1651 que compraron en una tienda de antigüedades. Este regalo le pareció tan maravilloso que lo introdujo en una bolsa de plástico porque tenía miedo de tocarlo con las manos.
St. John, Christopher (ed.) (1931), Ellen Terry and Bernard Shaw: a correspondence. New York: G. P. Putnam´s sons
Saint-Simon, Louis de Rouvroy, duc de; Arkwright, Francis (trad.) (1915-1918), Memoirs of the Duke de Saint Simon. New York: Brentano. 6 volúmenes.
Louis, Duque de Saint-Simon (1675-1755) es uno de los grandes memorialistas de Francia.
Woolf, Virginia (1925), The common reader. New York: Harcourt, Brace & Co.
The complete plays of Bernard Shaw
Shaw, George Bernard; Mead, Dodd (ed.) (1963), Bernard Shaw: complete plays with prefaces. London: Constable and Co. Ltd. (Standard Edition).
Delafield, E. M. (1930), The diary of a provincial Lady. London: Macmillan. Ilustraciones de Arthur Watts.
Para saber más
- Hanff, Helene (1977), Apple of my eye. London: André Deutsch
- Hanff, Helene (2002), The Duchess of Blomsbury Street. London: Virago
- Hanff, Helene (1986), Q´s legacy. London: Futura
- Hanff, Helene (1984), Underfoot in show business. London: Futura
- Ferrer Gimeno, M. R. (2005), El viaje de Helene Hanff a 84, Charing Cross Road. Valencia: Universidad de Valencia.
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Thaks