El 22 de noviembre a las 3:15 horas (hora francesa) Mike Golding cruzó el Ecuador, lo que supuso el comienzo de la singladura por el Atlántico Sur.  En esta situación, el anticiclón de Santa Helena obliga a todos los participantes a rodearlo por el Oeste antes de poner el intermitente a la izquierda para sumergirse hacia los Cuarenta Rugientes (así llamados, los paralelos 40º del hemisferio sur no tienen nada que ver con las latitudes equivalentes del hemisferio Norte.  A nadie parece darle miedo navegar en la latitud de Lisboa o de las Azores en pleno verano, mientras que pocos se atreven con estas latitudes).

Durante la noche del día 23 se cumplieron todas las penalizaciones tras la decisión del jurado por las infracciones de varios participantes a la altura del dispositivo de separación de tráfico en cabo de Finisterre: Javier Sansó paró dos horas a última hora de la tarde de ayer, mientras que De Lamotte lo hizo poco después.

La tradición manda que, al cruzar el ecuador, se haga una ofrenda al dios Neptuno.  Mike Golding y Jean Le Cam eligieron hacerlo con champán: ninguno de los dos navegantes quiere correr el riesgo de provocar la ira del dios de los océanos, conscientes de hasta qué punto el dedo de la suerte puede ser decisivo en una regata como esta.

Al tiempo de cumplir con el rito establecido, los patrones aprovechan las calmas para realizar una profunda inspección de los barcos antes de emprender la travesía del océano Índico: deben revisar el estado del aparejo para afrontar la climatología que se acerca.

A las 7 de la mañana del día 24 de noviembre, Vincent Riou avisó a su equipo de tierra de que había sufrido una colisión con un objeto flotante (una cuba de puerto – gran baliza metálica).  El casco del barco sufrió una brecha de un metro aproximadamente.  En el momento del choque, Vincent llamó inmediatamente a la dirección de regata para avisar de la posición de esta baliza al resto de participantes.  Explicó:

Cuando el barco escora 20°, el desgarro se sitúa a nivel de la flotación.  Mi prioridad es encontrar los medios de hacer una reparación sólida y proseguir esta Vendée Globe con total seguridad.  Necesito tener la garantía de abordar el océano Austral confiando totalmente en mi barco.  La situación es verdaderamente delicada, porque no tengo tierra cerca para abrigarme y efectuar esta reparación más fácilmente. Es reparable, pero en qué condiciones y con qué tomas de riesgo sabiendo que tengo que dar la vuelta a la Antártida.  Es lo que en estos momentos estoy evaluando.

La tarea del patrón era complicada: tenía que vigilar que la rotura no empeorase, entrar en contacto con su equipo de tierra para hacer un diagnóstico tan exacto como fuera posible, inventariar los puntos de escala potenciales para fondear su barco y hacer la reparación con sus propios medios… Todo ello sin olvidar mantener informados a cuantos siguen su recorrido.

Finalmente, y ante la grave situación y la poca seguridad de poder reparar el barco de forma conveniente, Vincent anunció la retirada de su tercera Vendée Globe.  Ahora ha puesto rumbo a Brasil para hacer una reparación a fondo y retornar a casa.

El día 26 de noviembre se superó la barrera simbólica de las 20.000 millas de distancia teórica para cruzar la línea de llegada (la famosa DTF, Distance To Finish).  En esta jornada Jean Le Cam recorrió 374 millas en 24 horas, a una media de 15,6 nudos, colocándose de lejos como el más rápido de la flota aunque permanecía en séptima posición.

Al mismo tiempo, comenzaron a observarse los primeros growlers: trozos de hielo flotantes que se desprenden de los icebergs y que son el mayor peligro para los navegantes (más que los mastodontes de hielo) ya que a diferencia de éstos, los growlers resultan indetectables en el radar, apenas sobresalen de la superficie del agua y se confunden fácilmente con la cresta de las olas.

Para evitar que los participantes corran demasiados riesgos, la organización establece desde hace unos años unos puntos de paso obligatorios, denominados “puertas de hielo”. La posición de estas puertas puede ser modificada en función de los movimientos de hielo observados mediante satélites que comunican su información a diario a la organización.  Sin embargo, estos informes no son todo lo precisos que se desea ya que las imágenes tardan tres días en procesarse y se hace necesario emplear modelos informáticos para predecir su deriva.  En definitiva, la pericia del navegante es determinante y, en gran medida también, la suerte.

Además de elegir convenientemente un rumbo y adoptar una estrategia de navegación a largo plazo, los patrones también dosifican la información que reciben los competidores.  Teniendo en cuenta que se realizan conexiones a diario, con informes de la situación del barco y del patrón, no hay que desdeñar la posibilidad de intoxicar al adversario (hay quienes incluso rechazan contestar las llamadas de la Vendée Globe en directo, conscientes de que se está jugando una partida crucial).  Unos hablan con una supuesta profunda convicción, otros muestran su cansancio o una tranquilidad que probablemente sean una farsa.  En realidad, la evolución de las clasificaciones, con su fría objetividad, es lo único que permite hacerse una idea real de lo que sucede en el mar.

Una de las características del Atlántico Sur, océano abierto sobre las latitudes extremas, es que las variaciones de temperatura entre las zonas tropicales y los Cuarenta Rugientes son casi salvajes.  Esta situación hace que en unos pocos días los participantes pasen de ropa de verano a las capas de prendas polares que se superponen unas a otras.

Alrededor de las 8 horas de la mañana (hora española) del día 30 de noviembre, la cabeza de la flota pasó frente a la isla Tristán de Acuña en medio del Atlántico Sur.  El siguiente punto importante es la puerta de Agujas, situada a casi 1.200 millas, que supone la entrada al cabo de Buena Esperanza.

Jean Le Cam tuvo que hacer frente a una situación “desagradable” por decirlo suavemente: un baño forzoso.  Tras comprobar un comportamiento anormal de su velero, acabó descubriendo que había una red de pesca enredada en los bajos de su quilla. Equipado con aletas, bombona y cuchillo, tuvo que sumergirse durante varios minutos bajo el agua, a una temperatura media de 12º.  Finalmente resolvió el problema y volvió a ganar velocidad de navegación.

Llegados a este punto, por fin los navegantes se enfrentan a la entrada del Índico.  A partir de ahora se suma un peso más en la ya maltrecha psique: se alejan poco a poco de la tranquilizadora posibilidad de poder llegar, si fuera preciso, a una costa o un abrigo en caso de catástrofe.  En estas condiciones, conocer el Gran Sur puede ser una ventaja fundamental como apuntaba Armel Le Cléac’h.

Se entra en el país de los albatros, de las luces teñidas de gris, de la mar que curva la espalda ante las olas que se echan encima, de los icebergs y de los hielos que se mueven entre dos aguas.  El Gran Sur, la sirena que tiene enamorados a tantos navegantes…

Ayer, día 3 de diciembre, los organismos especializados en las observaciones por satélite han informado de la presencia de una concentración anormal de icebergs, especialmente en la zona de las islas Kerguelen.  La Dirección de Regata de la Vendée Globe previno  a los participantes que había establecido una nueva puerta, denominada Amsterdam (40°00 S /077°00 E – 40°00 S /084°00 E).  Tal como indica el reglamento, hay que pasar obligatoriamente entre las longitudes indicadas.  Como siempre, el objetivo no es otro que impedir que la flota descienda demasiado al Sur en aras de su seguridad.

Ir a Vendée Globe: las diez primeras jornadas.

Ir a Vendée Globe: soledad y mar