Mastica tú mismo la fruta


Soy consciente de que quizás les pida demasiado, pero me lo agradecerán.  Pasen unos minutos dejando que estás imágenes, y la música ambiente, les absorba por completo. No quedarán defraudados.

 

“El Monje mandó a su discípulo a limpiar el jardín. Una vez que este barrió todas las hojas caídas en el otoño avisó al maestro que había terminado el trabajo. El Maestro, después de contemplar el jardín, tomo un puñado de hojas de Arce y lanzándolas al aire sentenció, —ahora sí esta terminado el trabajo—.”
Densho anónimo


La versión japonesa de hogar es “katei” 家庭. Está compuesto por dos kanjis: 家 (ka)=casa y 庭 (tei)=jardín.  Esta es una indicación muy significativa de la relación indisoluble que existe entre ambos conceptos en la mentalidad japonesa.

En épocas pasadas en el diseño de un jardín japonés se buscaba la mayor naturalidad posible; un jardín debía dar la impresión de madurez.  Para resaltar la belleza de las diferentes estaciones del año, se incorporaban a su estructura diferentes tipos de árboles y plantas: pinos, camelias y las perfumadas flores de ciruelo para el frío invierno; flores de cerezos, azaleas y lirios para la primavera; hortensias, plantas acuáticas y azucenas para el verano; césped, campánulas y crisantemos para el otoño.

Como es natural, el agua constituye un elemento fundamental de los jardines, en los que habría al menos una fuente de piedra, o mejor aún, cuando las circunstancias y los medios económicos lo permitían, un estanque de formas naturales irregulares, en cuyas orillas crecían plantas acuáticas y cañas.  Los continuos cuidados y actuaciones garantizaban que no tardarían en cubrirse de musgo.  De esta manera parecía que, como sucede en las montañas rocosas, la piedra brotaba del suelo de un modo natural.

Los objetos creados por la mano del hombre quedaban reducidos al mínimo; en el mejor de los casos había un farol de piedra y una fuente alimentada con agua a través de una caña de bambú, pero estas cosas debían tener aspecto de viejas y erosionadas, de modo que hiciesen suponer que estaban allí desde siempre.

Los jardines japoneses producen la impresión de una naturaleza domesticada, controlada y disimulada. Están cercados porque son parte integrante de la casa y por tanto pertenecen a la esfera privada.

Una imagen totalmente distinta es la que ofrecen algunos parques de los templos zen, en los que prácticamente están proscritas todas las plantas, pues la disposición de las piedras debe actuar por sí misma y servir de fuente de inspiración para la meditación y concentración espiritual (están concebidos para la contemplación y no para el paseo). Las descripciones desbordantes de fantasía de las guías de viaje, que hablan de las formaciones rocosas como de “cumbres de montaña sobre las nubes” o como de “tigresas con sus cachorros”, dejan de lado superficialmente el verdadero núcleo de la cuestión.  Este jardín no invita a  la comprensión ni simboliza nada, pues cualquiera de las dos cosas supondría una traba en relación con su verdadera finalidad: ayudar al espíritu a alcanzar el plano del “no espíritu” o del “no pensar” en el que se abre la puerta de la aprehensión intuitiva de la verdad suprema.

Desgraciadamente en las modernas ciudades japonesas un jardín es un lujo y, si queda algo de sitio, se reserva para unas pocas plantas de tiesto que de vez en cuando se llevan a casa con el fin de disponer al menos de un leve indicio de la naturaleza, tan lejana en la actualidad.

Durante la clase el discípulo increpa al maestro: “Maestro, siempre que nos cuenta una historia, no nos revela su auténtico significado”. A lo que el Maestro responde: “¿Te gustaría que alguien, al ofrecerte una jugosa fruta, la masticara antes?”.
Densho anónimo

Puede ver cada una de las imágenes con más detalle aquí (pulse en cada imagen para agrandar):

Esta fotografia muestra el jardin en el castillo de Nijo en Kyoto, Japon.

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Esta fotografia muestra el jardin en el castillo de Nijo en Kyoto, Japon.

 

Referencias

Todas las imágenes se han tomado de Wikimedia Commons, con licencia Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0 Unported.

La primera canción es obra de Toshiko Yonekawa, lleva por título Sakura (Cherry Blosssoms) y aparece en el disco Popular Koto Melodies Of Japan (quiero agradecer la autorización para su reproducción aquí).

La segunda canción es obra de Goro Yamaguchi, lleva por título Aokaku Reibo (quiero agradecer la autorización para su reproducción aquí).

Fahr-Becker, G. (2000), Arte asiático. Köln: Könemann Verlagsgesellschaft mbH, 739 p.


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