Ilustrar la ciencia es un arte


Hoy en día, la comunicación científica formal se realiza mediante la publicación de los descubrimientos o avances científicos en un artículo de una revista especializada, ya sea en el tradicional formato impreso, o bien en soporte digital con acceso a través de internet.  De esta forma, publicar en una revista de prestigio internacional y de alto impacto es la aspiración y la necesidad de los científicos que buscan el reconocimiento de sus iguales, la contrastación de sus hallazgos y, sobre todo, fondos para poder seguir investigando.

Los artículos científicos se han convertido en un texto extremadamente reglado en cuanto a forma y estilo, y limitado por cuestiones de espacio (salvo los casos menos exigentes de las revistas digitales).  En su propósito de permitir una lectura rápida y efectiva de los resultados de cualquier investigación —lo que además de una obligación se ha convertido en una necesidad dada la enorme cantidad de artículos que hay que leer para estar al tanto de los últimos avances—, el autor debe presentar las ideas y la información de manera objetiva, pre­cisa, clara y uniforme.

Por este motivo, tradicionalmente ha habido cierto rechazo a incluir imágenes en estos artículos por considerarse en muchos casos como algo subjetivo y trivial en contraposición a la objetividad del número y del concepto.  El uso de fotografías a color o imágenes más allá de los gráficos se ha aceptado ge­neralmente para fines de divulgación científica y como un medio de reforzar la memorización y la comprensión en los libros de texto, pero no para una comunicación entre pares en revistas serias (a pesar de la importancia de la imagen técnica, sobre todo en las ciencias naturales, gracias a la objetividad que le otorga el hecho de obtenerse mediante instrumentos de precisión).

imagen inicio Ilustrar la ciencia es un arte

Desde luego no siempre fue así.  En la transmisión del conocimiento a lo largo de la historia, los científicos (en sentido lato) se han servido de las representaciones pictóricas y gráficas para explicar sus descubrimientos y teorías, así como también han buscado la visualización de objetos y fenómenos no perceptibles por el ojo humano para su mejor comprensión y estudio.

Antes de la publicación de las primeras revistas científicas a mediados del siglo XVII, lo más común eran las comunicaciones personales entre científicos mediante el envío de cartas (en otra ocasión analizaremos la importancia del servicio postal en los albores de la revolución científica), o a través de escritos impresos pero con una tirada limitada.  La inclusión de imágenes, una práctica habitual, se hacía mediante el grabado, una técnica de impresión consistente en el dibujo sobre una superficie rígida de la imagen deseada que permitía su transferencia al papel tras su entintado.

A continuación expondré algunos ejemplos que me han llamado la atención (más allá del orden cronológico, no existe ningún ánimo de exhaustividad):

La geografía quizás sea una de las ciencias que primero empleó la imagen como medio de transmitir el conocimiento acerca de nuestro planeta.  Por ejemplo, Abraham Ortelius, un geógrafo y cartógrafo flamenco, realizó en 1570 una selección de los mejores mapas disponibles que redibujó con un formato uniforme para la edición de su obra Theatrum Orbis Terrarum en forma de mapamundi:


90 watermark 520x360 frontispicio theatrum Ilustrar la ciencia es un arte


91 watermark 520x360 theatrum orbis terrarum 001 Ilustrar la ciencia es un arte

 

En 1667, Niels Stensen publicó Elementorum Myologiae Specimen, seu Musculi Descriptio Geometrica. Cui accedunt canis carchariae dissectum caput, et dissectus piscis ex canum genere.  Este danés, más conocido por Steno (1638-1686) estableció los dos primeros principios de la estratigrafía, el de superposición (los estratos tienen superficies de separación horizontales de modo que los que están más abajo son los más antiguos) y el de secundariedad de la inclinación (los estratos que aparecen inclinados han sufrido necesariamente algún tipo de deformación).

En la obra citada se encuentra la siguiente imagen (que ha sido reproducida en múltiples ocasiones):


92 watermark 520x360 canis carchariae dissectum caput 001 Ilustrar la ciencia es un arte

 

Según los estándares actuales puede parecer extraña, pero este grabado de la cabeza disecada de un tiburón blanco ya extinto (Carcharodon Megalodon) supuso un notable progreso no solo para la biología marina, sino también para la geología.  Durante mucho tiempo se pensó que los dientes de tiburón fosilizados eran lenguas de serpiente (lingue di serpi) convertidas en piedra por San Pablo ―de ahí el nombre por el que se los conoce: glossopetrae o “lenguas de piedra”― y que tenían propiedades médicas, siendo empleadas como antídotos.  Niels Stensen identificó correctamente las glossopetrae como dientes de tiburón, hecho que le permitió comprender que el lugar donde estaban depositados los sedimentos estuvo rodeado de agua en otra época.  El grabado fue copiado de una obra inédita del siglo XVI escrita por el médico papal Michele Mercati.

A mediados del siglo XVII, el famoso impresor Matthäus Merian el Viejo publicó una historia natural de los animales en cinco volúmenes escrita por el médico Joannes Jonstonus (John Jonston).  El libro copiaba las ilustraciones de otros naturalistas y reproducía los rumores acerca de la existencia de serpientes aladas, dragones y otras bestias de cabeza humana, así como la existencia de unicornios (como los que se muestran en la imagen inferior).  La hija del impresor, María Sibylla Merian, se dedicaba a copiar algunas de las ilustraciones para perfeccionar su talento artístico.  María ―que llegaría a ser asimismo impresora y una naturalista de considerable habilidad― prefería pintar las plantas y los animales a partir de modelos vivos, y viajó a las selvas de Surinam para estudiar las orugas. Su pasión marcaría un cambio significativo respecto de los trabajos de los naturalistas que publicó su padre.


93 watermark 520x360 a description of the nature of four footed beasts 001 Ilustrar la ciencia es un arte


94 watermark 520x360 a description of the nature of four footed beasts 002 Ilustrar la ciencia es un arte

 

Por su parte, Albertus Seba  publicó una magna obra bajo el título Locupletissimi rerum naturalium thesauri accurata descriptio, et iconibus artificiosissimis expressio, per universam physices historiam: Opus, cui, in hoc rerum genere, nullum par exstitit.  Dividida en cuatro partes, la obra se compone de 446 grabados de gran tamaño, 175 de ellos dobles.  Cada volumen pesa alrededor de 9 kilogramos y mide 51 cm. de alto.  El texto del Thesaurus era escueto y fue criticado por no seguir la clasificación binomial de Carl Linnaeus a quien, de hecho, se le invitó a participar en la redacción del catálogo aunque finalmente declinó la oferta.


95 watermark 520x360 locupletissimi rerum naturalium 001 Ilustrar la ciencia es un arte


96 watermark 520x360 locupletissimi rerum naturalium 002 Ilustrar la ciencia es un arte


97 watermark 520x360 locupletissimi rerum naturalium 003 Ilustrar la ciencia es un arte

 

Los libros no eran los únicos que incluían ilustraciones mediante grabados.  Ya en 1830, en las Transactions of the American Philosophical Society, se incluían también bellas imágenes como estas de Isaac Lea pertenecientes al artículo Observations on the Naïades, and descriptions of new species of that and other families.


99 watermark 520x360 observations on the naiades Ilustrar la ciencia es un arte

 

Si la geografía fue, como dijimos al comenzar, una de las primeras ramas de la ciencia en emplear ilustraciones, la geología le ha seguido a la zaga.  George Fleming Richardson escribió en 1843 un interesantísimo libro titulado The world´s foundations, or geology for beginners donde se ilustran los sustratos geológicos, se recrean ambientes remotos y se describen con minuciosidad los fósiles encontrados (qué lector no dejaría llevar su imaginación ante semejantes paisajes e imágenes):


100 watermark 520x360 the worlds foundations 001 Ilustrar la ciencia es un arte


101 watermark 520x360 the worlds foundations 002 Ilustrar la ciencia es un arte


102 watermark 520x360 the worlds foundations 003 Ilustrar la ciencia es un arte

 

Y para finalizar llegamos al hombre.  Ernst Haeckel fue un gran defensor de la idea de la selección natural aunque ignoró el papel del azar en la teoría darwinista.  Su evolucionismo aceptaba muchas de las ideas de Lamarck y la Naturphilosophie, defendiendo que la evolución estaba dirigida hacia una progresiva complejidad que tendría al hombre como meta última y culmen de los seres vivos (claro ejemplo de ello es la cúspide del árbol evolutivo mostrado más abajo donde aparece representado el hombre).

En el transcurso de su carrera, Haeckel produjo en torno a mil grabados en base a sus bocetos y acuarelas.  Muchos de los mejores fueron incluidos en la obra Kunstformen der Natur.  Reproducimos a continuación algunos detalles de su obra Anthropogenie publicada en dos volúmenes en 1891:


103 watermark 520x360 anthropogenie 001 Ilustrar la ciencia es un arte


104 watermark 520x360 anthropogenie 002 Ilustrar la ciencia es un arte


105 watermark 520x360 anthropogenie 003 Ilustrar la ciencia es un arte

 

Este post participa en la VI Edición del Carnaval de Humanidades, acogido en el blog Cajón Desastre

logo 300x132 Ilustrar la ciencia es un arte

Todas las imágenes se han tomado de las obras originales, disponibles en formato digital gracias a la labor de Archive.org.  A continuación, se reproducen de nuevo las imágenes a mayor tamaño:

Frontispicio Theatrum orbis terrarum. Abraham Ortelius, 1570

Picture 1 of 15

Frontispicio Theatrum orbis terrarum. Abraham Ortelius, 1570

 Ilustrar la ciencia es un arte


4 thoughts on “Ilustrar la ciencia es un arte

  1. Pingback: Lo Mejor de la Semana (28 de julio – 3 de agosto) | Hablando de Ciencia | Artículos

  2. Pingback: Bitacoras.com

Deje un comentario